Diario de viaje: una argentina en Mallorca

Mi foto
Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

28 junio 2012

Y mi Manolito



Porque hace mucho que no se los muestro, y hay quienes no lo conocen, o quienes sólo lo conocen cachorro, cuando no era mucho más que un montoncito de pelos y miedo y pulgas y todavía ni ladraba.

Para no olvidarme

Y ya que aprendí por fin a poner enlaces, el hotel en el que pasaré esas dos noches vallisoletanas está apenas a la vuelta de la Plaza Mayor; es cómodo, está limpio y un poco decadente. Al contrario de lo que creí, me encontraré en el desayuno del día siguiente con turistas franceses e ingleses. Y también con un grupo de hombres solos españoles, que hablan de comercio de ganado y de fincas y de sembrados, que beben alcohol por la mañana y levantan el tono como si estuvieran solos, y se repantigan groseramente en las sillas para mirar con descaro a los extraños. Son esa otra imagen de España de la que muchas veces oigo hablar pero con la que nunca me había encontrado. Sólo ahora, cuando escribo, los recuerdo. Supongo que de ellos se escaparon mis mayores, y yo me sigo escapando.

La fiesta





Valladolid es una ciudad amable, de dimensiones humanas, que puede recorrerse caminando. Cuesta mucho imaginarla como el centro de un imperio, o como el núcleo central desde el que se desparramó una lengua que hablaría casi la mitad del mundo conocido. Y cuesta mucho también imaginársela como una ciudad conservadora y rígida, beata y quisquillosa, hasta fanática.

Valladolid es Delibes, pero es también ahora buenos amigos, que me reciben y me acompañan y entre quienes me siento bienvenida y sobre todo libre.

Montse me espera en la estación. Me ve antes que yo a ella y ya me está saludando, toda sonrisa y brazo en alto. Con ella entro por primera vez a la ciudad que imaginé mil veces. Caminamos y charlamos por un paseo que bordea el Campo Grande, el parque del que me hablaba Lala muchas veces. Allí mismo nos sentamos en una de las tantas terrazas antes de seguir viaje hacia mi hotel. Pasamos por la Plaza Zorrilla (tiene algo de Buenos Aires, la Plaza Zorrilla) y seguimos por la calle Santiago hasta la Plaza Mayor, que es preciosa.
Montse es desde el primer momento la misma persona conversadora, abierta, atenta, que conozco por escrito. Es un enorme placer encontrarla por fin.

Los chicos


Los nombro aquí muchas veces por sus nombres, pero los traigo poco en imagen. No les pido permiso, porque seguramente no me lo darían. Me salieron preciosos.

23 junio 2012

¿Será tan difícil?


Veo estos trenes en España, un territorio cinco veces más chico que el argentino, y me pregunto si será tan difícil soñar con que un día yo llegue a Ezeiza y pueda tomarme un tren cómodo, limpio y seguro que me deje en Retiro o en Constitución o en Once, y que de allí en subte me pueda ir a cualquier lugar de Buenos Aires, o en otro tren cómodo, limpio y seguro a Mendoza o a Misiones o a Jujuy o a la Península de Valdés. ¿Será tan difícil? Carajo, será tan difícil????? Con qué parte del dinero desaparecido en corrupción en los últimos 40 años (por poner un número) se pudo haber hecho? Ay ay ay. Mil veces ay patria mía.

De Madrid a Valladolid volando





Llegada a Barajas me fui derechito a la estación de Renfe, donde me vendieron el ticket para el tren "de cercanías" (nuestros suburbanos) que me dejaría en unos minutos en la estación de Chamartín; y el pasaje para el tren AVANT que tomaría allí y que en una hora exacta me dejaría en Valladolid, con todo y parada en Segovia. El pasaje sólo de ida me costó 22 euros con algo, y el pasaje ida y vuelta en avión Palma Madrid me costó 30, así que comparativamente el tren es caro. Pero qué tren! Silencioso como si se deslizara sobre una pista de manteca, limpio, cómodo (sin lujos) y sobre todo rápido: en una hora exacta me dejó en Valladolid, previa parada en Segovia. Salió de Madrid y llegó a sus destino en horario preciso (me dio tiempo a tomarme un cafecito en Chamartín y abordarlo tranquilamente) e iba bastante lleno. Se bajó mucha gente en Segovia; me imagino que muchos de ellos harán el trayecto todos los días para ir a trabajar.
Cuando vi que la pantalla de mi vagón indicaba la velocidad le saqué una foto, porque no podía creerlo. Maravilloso. Igual al Roca. :-/

20 junio 2012

Foto con explicaciones



Después seguiré con el orden cronológico de ese viaje breve pero fulminante. Ahora me permito un pequeño homenaje a uno de esos amigos desconocidos que nos aparecen en internet, y que sin saberlo nos hacen tanto bien. En este caso se trata de alguien bastante escurridizo, un melómano que suele asomar de madrugada en el café que frecuento, casi como si fuera un gato astuto y sigiloso que viene a inspeccionar el lugar que estuvo concurrido y poblado de voces durante el día, pero que ya ha quedado desierto y en silencio. Y por allí se pasea, solitario entre las mesas, a veces con la sola compañía de BK, y nos deja para cuando volvamos a sentarnos y a charlar y a llenar aquello de batifondo, una música maravillosa.

Hete aquí que jugábamos Montse, Rebeca y yo a ser niñas de nuevo, en una casa museo del bello pueblo castellano de Olmedo, cuando frente a nosotras... se apareció in corpore insepultum (!!!!!) nuestro misterioso y melómano amigo del café!!!

Mira! Mira! Es Marco!!!, gritaba Montse; Mirá, mirá! Es Marco!!! le replicaba yo. Así que pelé el telefonito y plim! foto. Ahí va. En homenaje al querido Marco (sin s, por favor) que se nos apareció en Olmedo, y en él a todos los amigos cibernéticos que conocemos conocimos y conoceremos. Sin ellos la vida sería infinitamente más opaca.

Y como tratándose de Marco debo ponerle música, y que yo estoy últimamente muy telúrica, y que me encantan, y que me inspiré en su
gato con explicaciones para el título, ahí va un poco de Les Luthiers cuando éramos todos jóvenes (en otro milenio, literalmente).

19 junio 2012

Amigos con voz y sin voz



En la foto, de izquierda a derecha: "Rebeca", Celia, "albertiyele", Montse, Diego y "La mirada melancólica"(C)





El año pasado, que fue un año áspero, pasé unos días en Santander. La excusa fue un curso de verano que daba Muñoz Molina en la Universidad Menéndez Pelayo. La verdadera intención: escaparme a rumiar las penas y a llorar, sola, todo lo que se me antojase. Y visitar a Octavio y a Pili, que tienen la virtud de amansarme el ánimo. Su casa es como un nido donde ir a curarse las heridas. Conté parte de ese viaje aquí, hace ya meses.

Me gustó conocer la génesis de varias de las novelas del autor que había leído tantas veces, y que me habían gustado tanto. Tener la oportunidad de que el propio autor nos cuente de dónde salieron tales y cuáles personajes, tales y cuáles lugares donde sus historias se desarrollan es un pequeño lujo; conocer el trabajo solitario, fatigoso, tantas veces frustrado del escritor; las entretelas que un autor va cosiendo aquí y allá, dándole forma a una historia que ni él mismo sabe dónde lo llevará; esos retazos de vida con los que irá armando, como en un collage, otra vida, ya autónoma de sus recuerdos y sus fantasmas, es algo así como si un mago se sentara un día por fin a explicarnos cómo hace sus trucos. Fantástico.

Pero la cuestión es que allí, en Santander, conocí a Celia, una inesperada compañera del curso que se sentó a mi lado la primera mañana, con la que desde el principio charlamos como si nos conociéramos de toda la vida, y que me acompañó muchísimo en esos días que yo había dado por solitarios. Y también allí, en Santander, le puse voz y cara a Carlos, a quien conocía "por escrito" de largas charlas compartidas en el blog de Muñoz Molina. Ni él ni yo sabíamos hasta entonces uno del otro ni siquiera el nombre (para mí, él era el enigmático "la mirada melancólica"; para él, yo era una argentina (se me nota mucho en cuanto escribo tres palabras) con el extraño nombre de "albertiyele").

Tanto con Celia y Diego (su marido), como con Carlos, seguimos después de esos días en Santander, a lo largo del año, conversando por correo electrónico o por teléfono. Los tres viven en Valladolid. ¿Por qué azares llegamos a conocer más, y a charlar más cómodamente, con una persona que vive a cientos de kilómetros de nosotros, de la que en algún caso no conocemos ni la cara, que con nuestro vecino de al lado, al que saludamos todos los días al entrar y salir por la puerta? ¿Por qué milagro encontramos en internet, donde tanta gente teme encontrar degenerados, violadores, asesinos seriales, secuestradores, estafadores y toda una galería interminable de criminales, a gente buena, inteligente, divertida, con la que además compartimos a veces más que con nuestros parientes más cercanos? No lo sé, y ya no quiero saberlo. Lo cierto es que a mí no me pasó una vez, sino varias. Y siempre, siempre, valió la pena.

Cuando pensé en que podría ir por primera vez a conocer la Feria del Libro de Madrid, quise también aprovechar ese viaje para volver a ver a Celia, a Diego, a Carlos. Y para conocer a Montse, de la que ahora les cuento.

Un viaje hecho de azares y milagros



El jueves 7 de junio me bajé de un tren en la estación de Valladolid con el casi exclusivo interés de honrar los milagros. Como soy larguera, ahí va la historia: Empecé a leer a Antonio Muñoz Molina por puro azar, porque entré una tarde lluviosa de verano a Fray Mocho, una vieja librería marplatense de la esquina de Rivadavia y San Luis, a hojear libros, a mirar aquí y allá por los estantes qué llevarme para casa para entretener las tardes de lluvia o de playa y encontré uno del que no había oído jamás hablar: El jinete polaco. En la solapa, entre los mínimos datos biográficos del autor, decía que había nacido en enero del 56. Un perfecto contemporáneo, pensé. Me lo llevo. Y me lo llevé.

 Desde entonces para acá he leído todo lo que publicó, o al menos todo lo que yo encontré que publicó. Me pareció, y me sigue pareciendo, que es el mejor escritor español de su generación, con diferencia. Y me pareció, y me sigue pareciendo, que además de contar historias de esas que nos encierran en la trama las horas o días que dure la lectura, es de los pocos españoles de su generación que tiene un cuidado amoroso con la lengua. Que no es poco. En los últimos 25 ó 30 años se ha producido en España un verdadero boom editorial; y eso es bueno y es malo. Se edita mucho excelente, pero se edita y se compra y se vende y se lee cada cosa, también!

¿Y qué tiene que ver esto con los viajes, los azares, los milagros, las estaciones de tren en Valladolid? Esperen, esperen que ahora les cuento. Ya les dije: soy larguera, interminable, aburridora. El ejemplar que ven en la foto no es aquel comprado en Mar del Plata. Ese se lo regalé a Mercedes, mi querida oriental, y está bien resguardado, en la luminosa Montevideo.