Y para el final de fiesta

Me da hasta un poco de envidia que puedan hacer semejantes festejos callejeros y multitudinarios y en paz; hay cientos de chicos jóvenes enmascarados como demonios y jugando literalmente con fuego; familias enteras hasta con bebés en carritos; caravanas festivas de monstruos alimentados de pólvora; atrevidos demonios que se mezclan entre la gente y corren a los desprevenidos blandiendo sus palos encendidos. Y no hay ni un problema, ni un escándalo, ni una rotura de un farol de la calle. Atrás de toda esa caravana de ruido y fuego y pólvora y multitud, inmediatamente atrás, vienen barriendo y limpiando las calles a manguerazos. En la madrugada del día siguiente, hoy, no queda ni rastro de la fiesta. Impecable. Chapeau por ellos.
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