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21 agosto 2009

Teamo o Yesaidú

Suelo leer a Eduardo Jordà en su columna de opinión del Diario de Mallorca. Me gusta cómo escribe, y generalmente lo que escribe. Ayer lo leí y me encontré con esto:

Teamo o Yesaidú

EDUARDO JORDÀ En Mallorca, hasta hace no muchos años, los niños llevaban los nombres de sus padres o de sus abuelos, así que en casi todas las familias había un Tomeu y un Toni y un Pere. Y si había familias con nombres raros o incluso ridículos, esos nombres se repetían hasta que alguien se atrevía a desviarse de la tradición, cosa que exigía valentía y espíritu de independencia, porque los clanes familiares tenían mucho peso y no consentían deslealtades. Nombrar a un niño era una forma de integrarlo en el árbol genealógico. Y por eso nos extrañaba que en Estados Unidos un niño pudiera llamarse como le diera la gana a sus padres, Wayne o Sugar Candy o Honolulu, mientras que aquí teníamos que llevar los nombres del santoral cristiano, a veces tan ridículos como Cucufate o Apolinaria (cito nombres que no puedan ofender a nadie: ya no creo que nadie se llame así).Recuerdo que me molestaba mucho esa costumbre que te obligaba a llamarte como tu padre o como tu abuelo, pero ahora, cuando los niños se llaman Viriato o Guifré o Cel o Doraemon, casi la echo de menos. En el hecho de elegir un nombre para un niño siempre se oculta un deseo. Queremos que el niño, por el hecho de llevar ese nombre, posea ciertas cualidades que nos atraen, o que demuestren su pertenencia a una tradición de la que nos sentimos orgullosos. A veces buscamos un nombre por su belleza o su eufonía o sus connotaciones positivas, y pensamos que ese nombre conseguirá infundir algún don o alguna virtud al niño que lo lleve. Pero si no queremos complicarnos la vida, o preferimos seguir con la tradición, buscamos un nombre que honre a algún miembro de nuestra familia, y así de paso manifestamos nuestro orgullo: el orgullo de una pertenencia, el orgullo de eso tan antiguo que antes se llamaba linaje y que ahora ya no sabemos muy bien cómo llamar. Tengo la impresión de que cada vez hay menos padres que pongan su nombre a sus hijos, lo que no sé si demuestra una saludable libertad mental o más bien una angustiosa pérdida de autoestima. ¿Qué es mejor, un niño que se llame Doraemon, como el gato cósmico, o un niño que se llame Miguel, como el arcángel que tocará la trompeta el día del Juicio Final? La verdad es que no lo sé, aunque cada nombre dice mucho de la cultura y de la tradición que los padres han elegido para sus hijos, y no hay que esperar gran cosa de unos padres que le hayan puesto Doraemon a su hijo. Pero también hay que contar con el peso cada vez más leve de las familias. Muchos niños nacen a la intemperie, como aquel que dice, sin familia que los ampare y sin una tradición cultural en la que puedan acogerse, así que acaban llamándose de cualquier forma. Si la televisión ocupa el lugar que deberían ocupar los padres o los abuelos, es normal que sea la televisión la que bautice a los niños.En Sudamérica hay niñas que se llaman Madeinusa y niños que se llaman Yesaidú (por Yes, I do) o Yusnavy (por US Navy). Buscando nombres raros, he encontrado una niña argentina que se llama Mara Dona (en honor del futbolista) y un niño peruano que se llama Pichu Pichu, en honor de un volcán andino. También hay un Marx Lenin en Perú y un Maikel Jackson (sic) en Venezuela, y estoy seguro de que no son los únicos. En la República Dominicana hay una chica que se llama Nuevecita (Colón Santana, por más señas), y otra que se llama Toshiba Fidelina. Y en México hay un bebé llamado Yahoo (no me pregunten si es niño o niña). También tengo noticias de otros niños llamados Bongó, Teamo, Bruce Lee y Elton Jhon (así, mal escrito, con la "h" cambiada de sitio). Pero el más raro de todos los nombres que he encontrado es el niño –o niña– que se llama Lexotanil. ¿Qué es eso? ¿Un antibiótico? ¿Un laxante? Google acaba de explicarme que Lexotanil es una marca de ansiolíticos (sin duda es un buen nombre para un bebé). Y por cierto, todavía no he visto ningún Google, o Gúgel, o Gógel (o Gugelia). Todo se andará.Cada nombre dice mucho de la cultura de los padres y del futuro con el que sueñan para sus hijos. Si el nombre es absurdo o disparatado, uno tiende a sospechar que también hay algo absurdo o disparatado en la vida de quien lo lleva. Es una sospecha injusta, pero hasta cierto punto inevitable. Hace poco, un amigo me contó que había visto cómo unos chavales cogían a un mendigo en brazos y lo usaban como ariete para golpear las ventanillas de los coches. No hay que descartar que alguno de esos jóvenes se llamase Yesaidú o Teamo. O incluso Lexotanil.


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