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Nombre: albertiyele
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28 marzo 2006

De que nada se sabe. J.L. Borges en La rosa profunda

Tengo poco tiempo, porque estoy casi literalmente abusando de la hospitalidad de dos ángeles custodios que tata Dios decidió otorgarme antes de mandarme de una soberana (que tratándose de quien se trata la soberanía es obvia y además gigantesca) patada en el culo a España. Pero quiero sólo contarles que hoy no estoy escribiendo desde mi maravillosa isla, no, sino desde un escritorio que creo que fue consultorio pediátrico en la vasquísima Bilbao. ¿Que cómo llegué aquí? ¿Que qué hago aquí? Bueno: es largo de contar, y yo, ya saben, no tengo ninguna capacidad de síntesis, entre las tantas cosas que no tengo. Ya les iré contando, como pueda, de a poquito, y sobre todo a medida que me lo pueda ir contando a mi misma.
Por lo pronto sólo puedo decirles que recorrí media España, desde la mediterránea Valencia (que es una joyita) hasta la combativa y cantábrica Bilbao, en auto y parando en todas, como los viejos trenes de la línea Constitución-La Plata (ya me entienden). Que crucé montañas y ríos de nombres míticos (que el Duero, que el Ebro, que el Júcar y que el que qué sé yo cuál), de esos que uno ha recorrido con el dedo en un mapa mil veces pero como si no existiesen, como si no fueran de agua y barro como cualquier río de este mundo, como nuestro casero y ancho y marrón Río de la Plata (que no nos parece mítico sencillamente porque lo tenemos ahí enfrente cada vez que queremos). Que he paseado por las calles de pueblos que todavía sigo sin creer que existan, que he mirado las casas colgadas de la increíble Cuenca bajo un sol de primavera y a la luz de las estrellas, que he espiado como pude pórticos medievales y que finalmente llegué a Bilbao, y aquí estoy.
Para que me crean, para que testifiquen que todo es cierto, ya les pondré fotos. Pero eso será cuando esté de vuelta en casa y Perico me las pase a la compu y yo de ahí a la cosa esta que es el blog.
Y para terminar: aquí, en esta casa bilbaína y cálida tengo un libro que no es mío pero que yo encuaderné, y abro una página cualquiera, sólo por hojearlo y recordar con Borges las voces de Buenos Aires y encuentro esto: "...Quizá el destino humano / de breves dichas y de largas penas / es instrumento de Otro. Lo ignoramos; / darle nombre de Dios no nos ayuda. / ...¿Qué arco habrá arrojado esta saeta / que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?"

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