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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

25 junio 2007

Misterios del Cercano Oriente

Más o menos cuando yo ya creía que nada o pocas cosas podían sorprenderme vine a descubrir que nuestra lengua rioplatense tiene sus vueltas y revueltas, y que hay que andar atentos, muy atentos, para que a uno no le pasen cosas raras. A esta altura tengo claro que hay franjas del lenguaje que son tierra de nadie; o mejor dicho: tierras de todo quien. Como por algún lado tienen que cambiar, que si no no estarían vivas y hablaríamos todavía latín, las lenguas aprovechan para hacer sus mutaciones en los lugares en donde más se gastan. Y dónde se gastan más, preguntará algún distraído. Pues lógica pura; como cualquier otra cosa: en donde más se usan, que es donde más se friegan. Piensen si no en los cuellos de las camisas, en los puños de los sweters, en la abismal diferencia de manchas entre frente y espalda de cualquier remera.
Las palabras de la vida cotidiana, los nombres de las frutas y las verduras, de los utensilios que usamos en nuestra vida doméstica, de la ropa que usamos todos los días; las palabras con que hablamos en la más rigurosa intimidad, esas que solemos decir en voz baja y en el ámbito de nuestras casas; las palabras con que nombramos la sexualidad, que siempre están allí como escondidas bajo mantos de pudor o de hipocresía ... en fin, en esas franjas que empiezan siendo delgadas suelen arrancar lo que después serán variaciones enormes, que no dejan nunca de sorprendernos y que los lingüistas estudian con ardorosa paciencia y más o menos éxito.
¿Que a qué viene todo esto? Bueno: por supuesto que no me llamó para nada la atención, y no me costó nada acostumbrarme, que en España, separada de nuestras pampas por kilómetros y kilómetros, llamen de manera diferente a tantas cosas. Los duraznos, los damascos, los alcauciles, las chauchas, el ají molido, el puchero, las facturas, las frutillas; las remeras, los sweters, las bombachas, los corpiños, los buzos, los sacos, los sobretodos, las polleras, las camperas, los jeans; las heladeras, los plomeros, hasta la Coca Cola, que aquí no puede pedirse abreviado: nada de Coca, al menos si uno quiere Coca Cola. Las "malas palabras" y las maneras de insultar, que aquí son otras; las maneras de llamar no sólo al acto sexual y sus etapas digamos (¿cómo cazzo se nombra eso? ¿se podrán llamar etapas? Ah qué difícil! bueno, igual me entienden: no es lo mismo un chuponcito de nada, un franeleo fugaz, que otras cosas ya más contundentes. Para poner sólo un ejemplo: mi amigo Tomeu, el mallorquín aporteñado, me dejó por allá abajo un comentario en el que menciona los que él llama "besos de tornillo" (!!!!!). Y en qué despelotes me meto yo solita sin que nadie me mande, madre mía. Dejémoslo) , sino también las partes del cuerpo involucradas, en sus nombres más íntimos y más vulgares: como las llama todo el mundo, bah.
Pero en estos días me vine a enterar de que si pasara una temporadita en la cercana República Oriental del Uruguay también tendría que circular con una especie de traductor simultáneo en el cerebro. Noooooo, ya sé lo que me van a decir: en Uruguay tampoco se cogen los autobuses, al menos hasta donde sé. Pero guarda! Miren que estos orientales tienen cada costumbre más rara también que uno nunca sabe dónde terminarán las diferencias. Ahora les cuento.

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