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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

12 junio 2008

Barcelona y los trámites

A pesar de los miles y miles de argentinos que vivimos en Mallorca, no tenemos consulado. Desde que llegué, que hace ya tres años, no sé ya cuántas veces leí que era inminente la apertura de la sede consular en Palma. Cuando todavía gobernaba el PP hasta se habló de que podría funcionar en la Secretaría de Inmigración. Hay aquí infinitas asociaciones de argentinos de toda laya, y me imagino que cada una quiere una porción de la torta. Se habló de la necesidad del consulado cuando estuvo aquí la que era entonces candidata a Presidente, Primera Dama o Senadora por la Provincia de Buenos Aires (que nunca sabremos en calidad de qué vino y mucho menos quién sufragó los gastos, aunque es fácil de imaginar); se habla del consulado y su instalación ya, ya mismo, cada vez que los políticos mallorquines van a la Argentina, siempre tan amigables y tan cercanos a los descendientes de baleares, sobre todo cuando se acercan las elecciones. Hace muy poco estuvo Antich, el presidente de la Comunidad Balear desde el año pasado, en Buenos Aires y en Santa Fe; también él dijo que ya, ya mismo, se ocuparía de que hubiera un consulado.
Y todos los gauchos son buenos, sí, los de aquí y los de allá, pero el poncho no aparece y cada vez que tenemos que hacer un trámite consular, por mínimo que sea, tenemos que trasladarnos a Barcelona, previo pedido de turno por internet. En mi caso necesito con urgencia conseguir que el estado argentino certifique que no tengo antecedentes penales (nunca se sabe, ya les contaré cuando todo esto termine si no resulta que soy una asesina serial encubierta y yo tan pancha sin enterarme).
Hablar por teléfono con el consulado argentino en Barcelona puede llegar a convertirse en algo así como un castigo bíblico. La última vez que lo intenté una joven con marcado acento caribeño (dadas las amistades que solemos tener me imagino que debe ser cubana) se ocupó prolijamente de maltratarme y de dejarme colgada en el teléfono cerca de 45 minutos, como para que me entere bien de quién manda en este asunto.
Entrar a la página del consulado argentino en Barcelona para pedir un turno es comprender perfectamente el significado de la palabra burla. Una burla al sentido común, a la inteligencia y hasta a la paciencia de los sufridos argentinos, que parecemos destinados al escarnio de la burocracia que cobra por atendernos dentro y fuera de nuestras fronteras. Así que resignada a la idea de que de cualquier manera estaba en manos de esta gente irremediablemente porque necesito de sus sellos y sus firmas, sacamos los pasajes y reservamos el hotel en Barcelona y decidimos ir sin turno, dada la imposibilidad de conseguirlo por ninguna vía, hechos a la idea de que podía ocurrir que no consiguiéramos hacer el trámite que teníamos que hacer y dispuestos al menos a conocer Barcelona y disfrutar el viaje. Así que el sábado 7 de junio, en cuanto el Bibi llegó de su guardia en Inca, partimos hacia el puerto a abordar el ferry de Transmediterránea que nos dejaría en 4 horas en la deseada Barcelona. Allá vamos.

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