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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

11 octubre 2012

De las escuelas de marketing



En la foto: algunos de los productos de Clinique que tengo en casa, y de paso: la tela con la que me pienso hacer unos almohadones, y mi querida maquinita de coser sueca, preciosa.

Allá lejos y hace tiempo, cuando me tocó elegir y decidir qué estudiaría, los chicos estudiábamos aquellas grandes carreras, generalmente larguísimas, que nos preparaban (en fin) para ser lo que seríamos. Vamos a dejarlo allí, mejor.
Ahora hay posibilidades varias y un sinfín de carreras más cortas, menos pretenciosas también, que los preparan para no se sabe bien qué Pero mejor dejarlo allí, también.
Entre esas carreras cortas hay variedad de escuelas de publicidad y "marketing": se supone que aprenden allí a vender, a ofrecer unos productos, a instalar unas marcas en el mercado, cada vez más duro, a conservar los clientes que se tienen y ganar otros, a convencernos de que seremos más felices si compramos lo que en la vida hubiéramos supuesto que necesitábamos.

Lo que me pasó con un envase chiquitito de una crema para los párpados (ah, la cruel lucha contra el tiempo, la arruga, la fuerza de gravedad, todo eso junto) me convenció de que todas esas escuelas (de paso: en alguna hasta trabajé, enseñándoles, o tratando, a los alumnos los recursos argumentativos que están disponibles en la lengua) son completamente inútiles.

Me compré la cremita mientras estaba en Pollença, asistiendo a un curso de novela negra y de paso disfrutando de cinco días de vacaciones en un hotelito del puerto donde fui perfectamente feliz. Y hete aquí que al abrir el envase me encuentro con una cosa parecida a la cera de lustrar madera que usaba mi tía Carmen allá por los años 60, dura, espesa, imposible de esparcir suavemente sobre el contorno delicado de mis ojos (!!!!!).

Ya en casa, un día que pasaba como casi todos los días por el stand de Clinique de El Corte Inglés donde compro siempre, se me ocurrió preguntarle a la chica que me atiende siempre allí, que es un encanto de persona y que me ha vendido en estos años cremas como para desarrugar a Tutankamón (con poco éxito, también es verdad, pero con una enorme simpatía). Ella me mostró la crema "verdadera", que no tenía nada que ver con la que me habían vendido, y me aconsejó que entrara a la página de Clinique y presentara mi queja. Y así hice. Primero supuse, mal pensada que soy, que no me darían ni cinco de pelota. Pero no. Rápidamente y amablemente me pidieron que les enviara los datos de la crema: el nombre tal como figura en el envase, el número de lote. Primera cosa que me llamó la atención: no tiene fecha de vencimiento.

Les conté a todas las amigas de mi edad (son muchas, y todas luchamos contra lo mismo; digamos que somos como un equipo bien aceitado de lucha contra la inevitable decrepitud, que igual llegará, pero nos encontrará peleando) que los de Clinique, mirá qué bien, habían atendido mi queja rápidamente. Ante tal eficiencia elucubramos juntas muchas cosas: si por comprar un lápiz de labios te regalan un bolsito con 14 productos del tamaño de ese que me habían vendido estropeado, por lo menos me regalarían un tratamiento antiage para un año. Todo sea por cuidar a la clienta.
:-))))

Meses pasaron. Y un día, ya en octubre, me mandan un correo en el que me dicen que vaya al lugar donde compré la crema, con el envase y el ticket, y reclame allí. Oséase: a freír churros,le tocó perder, señora; jódase y a llorar a la iglesia. Ah con las ilusiones que me había hecho de ser tratada, por una vez, como una verdadera reina sin corona! Menos mal, respondiles, que no compré la cremita en el ferry Buenos Aires-Colonia (donde sí compré, pienso ahora, otra cremita, pero de Orlane)porque ya me dirán cómo hago para ir a reclamar. Y esas cosas que decimos siempre: no volveré a comprarles ni un alfiler, por muchos miles de euros que se gasten ustedes en publicidades revisteriles. Se quedaron con mis dinerillos a cambio de una crema podrida, pero por lo menos (peor es nada) me quedo más aliviada.

¿Quién les enseñará estrategias de marketing a estos de Clinique? Por lo pronto: ni se les ocurra comprar nada de esa marca si no está en la perfumería de al lado de su casa. Y conserven el ticket como si fueran las cenizas de la abuela, durante lustros. y vigilen muy bien el estado de lo que compran en el momento en que lo compran, aunque la empleada los mire raro abran el frasco, toquen, huelan. Y si no hagan lo que tuve que hacer yo: joderme, por idiota.

8 Comments:

Anonymous Ángela said...

Mucho me temo, albertiyele, que ese comportamiento de Clinique se da solo en España y otros lugares donde se tolera que al cliente se lo trate como si fuera un apestado. No es solo Clinique, es cualquier compañía. Es así: el cliente, en España, nunca tiene razón, y si se pierde el cliente, a nadie le importa una higa. Lo vengo padeciendo en mis propias carnes. En mi otro país, te aseguro que no hubiera sucedido. Es muy triste, pero es la realidad. Un besote.

12/10/12 04:46  
Blogger albertiyele said...

Ángela! Qué bien encontrarte! Hace días que pienso en vos, y voy acomodando las palabras para escribirte un correo. Que me lean estas pavadas que escribo me parece milagroso. Muchísimas gracias.

12/10/12 11:21  
Anonymous Montse said...

No se ve la foto Ali. En contra de lo que piensa Ángela (hoy justo te leí en el blog de los lectores donde tb te escribí) y de lo que tú misma dices, defiendo que hay empresas en España para las cuales el cliente es lo primero, aunque como todos sabemos, conforme más crece una organización, más fácil es cagarla en alguna cadena del eslabón.

Besos a las dos, preciosas!

14/10/12 11:30  
Blogger albertiyele said...

Estoy completamente de acuerdo con vos, Montse. Hay muchas empresas que cuidan amorosamente al cliente. entre ellas, en España, muchos hoteles. De los que tuve la suerte de conocer este año, todos. Esa maravilla tuya de Olmedo (del que todavía no hablé en el blog), y un hotelito de Menorca que fue la gloria; y otro en el Port de Pollença, y uno hace muy poco en el Bierzo, y el de Santiago. Creo que el problema es cuando las empresas se hacen tan grandes que se despersonalizan, se convierten en una especie de burocracias enredadas donde nadie tiene verdadera capacidad de decidir nada. En el caso de Clinique, la chica que me atiende desde hace años donde compro siempre, es un encanto. Su departamento de atención al cliente, en cambio, se comportó conmigo con una ineficacia sorprendente. En fin.

14/10/12 21:23  
Blogger albertiyele said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

14/10/12 21:23  
Blogger albertiyele said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

14/10/12 21:24  
Anonymous Teresa G. said...

Jeje... Veo que estamos todas las chicas concentradas con Albertiyele. Me ha encantado oírte hablar de las cremas que tanto me han gustado desde jovencita. Lo de ahora no es un capricho sino una necesidad. No creo mucho en los milagros, que me vendrían muy bien, pero me gustan, me gusta el aroma, el bote de la crema, que a veces es precioso... Respecto a la atención al cliente, os puedo decir que en Lidl atendieron muy bien a una amiga mía. Había comprado un pequeño equipo de música que resultó defectuoso. Pues la atendieron tan bien que no solo le dieron otro nuevo: le dieron dos equipos nuevos. Tomad nota. Mejor dicho, que tomen nota las empresas. Un beso a todas.

15/10/12 18:06  
Blogger albertiyele said...

Ah qué bien! Conseguí que saliera la foto! De fondo, la tela con la que me hice unas fundas de almohadones que me quedaron preciosos. :-))

23/10/12 07:34  

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