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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

26 septiembre 2012

Ahora que se acaba, rememorando el comienzo del verano: un hotel en Menorca







El verano empezó antes de tiempo, con un viaje corto y cálido a la minúscula y bella Menorca. Apenas enfrente. Fuimos y vinimos en el ferry que sale de Alcudia. Fue a finales de mayo y tengo el recuerdo de la piel un poco fría en el amanecer de Inca, a mitad de camino entre Palma y el puerto que nos llevaría de minivacaciones, por donde pasé a buscar al Bibi que salía de su guardia.

A pesar de que la distancia parece muy poca, cruzar le lleva al ferry cerca de tres horas. A finales de mayo aquello va cargado de camioneros y sólo alguna pareja de nórdicos; y justamente ese día que viajamos nosotros una curiosidad: una pandilla enorme de motoqueros viejos, con sus camperas de cuero, sus botas de puntín, sus compañeras parlanchinas y risueñas de trenzas canosas y jeans que les ajustan los rollos (cero problema. Son envidiables), mochila al hombro y sus rugientes Harley Davidson. Son ruidosos. Amenizan el viaje. Creímos que nos los encontraríamos por las rutas escasas de Menorca en esos días, pero no volvimos a verlos.

El ferry nos dejó en Ciutadella, que es una ciudad antigua y hermosísima, elegante, luminosa. Increíble que hayan construido esas casas señoriales, esos palacios, esas iglesias, en isla tan pequeña. Desde el puerto (particular, distinto a casi todos) hasta las calas que la rodean: un lugar ideal.

El hotel en el que pasamos esos días merece un párrafo aparte, y merece ser visitado por mucha gente, y merece su dueña, María, y sus dos hijos, figurar en alguna de esas guías de viajes que les dan puntajes altísimos a los hoteles. Es una antigua casa menorquina reciclada en hotel con un patio de piedra y tranquilidad y sol y sombra fresca, una cocina enorme como la de cualquier casa enorme, una sala de estar cálida y cómoda, y unas pocas habitaciones en la planta de arriba, decoradas con austeridad y buen gusto. Un placer. Un enorme placer disfrutar la generosa hospitalidad de María y sus hijos.

 Nos invitó a cenar con su familia, con ellos vi en la tele del salón, como si estuviera en casa de unos amigos, el triunfo de Hollande en las elecciones francesas (curiosamente el único pasajero que había en el hotel era un francés, que también estaba allí, mirando la pantalla, un poco escéptico, como estamos todos con los políticos en todas partes)

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