Algunos recuerdos familiares
Si yo fuera un poco menos tímida, o un poco menos insegura, me hubiera podido acercar a Agustí Villaronga, que se mantuvo casi toda la película en el fondo del patio, solo y completamente accesible (creo que también él un poco tímido), y decirle que me había gustado su obra, y que me había emocionado y me había traído muchos recuerdos, incluso familiares. Y que, lamentablemente, no creo que se pase en la televisión española por lo menos este año: es demasiado dura con el franquismo y demasiado benévola con los argentinos, y con Argentina, y eso en el peor momento posible, cuando entrar casi a cualquier foro de periódico en el que intevengan unos y otros dan verdaderas ganas de llorar; y vergüenza, y rabia, y pena.
Mis recuerdos familiares son en realidad un relato de mi madre, que nos contó una y otra vez desde la infancia: mamá trabajaba en la fábrica Alpargatas, que daba trabajo a miles de personas (sobre todo mujeres; casi todas las obreras de Alpargatas eran mujeres de la zona sur de Buenos Aires; tengo montones de amigas cuyas madres trabajaron allí); Eva volvió en barco de su periplo europeo (de paso: tenía entonces 27 años; no puede creerse)y el recibimiento que encontró fue de esos inolvidables, un verdadero baño de multitudes. Pero... resulta que mamá contó siempre que a ella y como a ella a TODOS los trabajadores de Alpargatas los obligaron a ir, les gustara o no. Y da la casualidad de que a ella no le gustaba, no le gustaba nada. Tanto no le gustaba, y tan público y notorio era, y sobre todo funcionaban tan bien los servicios de vigilancia y delación del gobierno y de los sindicatos, que para evitar que se escaparan, ella y una compañera también contraria al gobierno fueron obligadas a llevar una pancarta, que las hacía necesariamente visibles. Mamá y su amiga lograron de todos modos escabullirse entre la gente y buscar refugio en los portales de una tienda y volver a sus casas; pero cada vez que en la tele daban algún documental sobre esa vuelta triunfal de Eva, y aparecía el puerto de Buenos Aires colmado por la multitud, ella repetía la historia, y se preguntaba cuántos de los que allí estaban habrían ido, como ella, bajo amenaza de quedarse sin trabajo.
Mis recuerdos familiares son en realidad un relato de mi madre, que nos contó una y otra vez desde la infancia: mamá trabajaba en la fábrica Alpargatas, que daba trabajo a miles de personas (sobre todo mujeres; casi todas las obreras de Alpargatas eran mujeres de la zona sur de Buenos Aires; tengo montones de amigas cuyas madres trabajaron allí); Eva volvió en barco de su periplo europeo (de paso: tenía entonces 27 años; no puede creerse)y el recibimiento que encontró fue de esos inolvidables, un verdadero baño de multitudes. Pero... resulta que mamá contó siempre que a ella y como a ella a TODOS los trabajadores de Alpargatas los obligaron a ir, les gustara o no. Y da la casualidad de que a ella no le gustaba, no le gustaba nada. Tanto no le gustaba, y tan público y notorio era, y sobre todo funcionaban tan bien los servicios de vigilancia y delación del gobierno y de los sindicatos, que para evitar que se escaparan, ella y una compañera también contraria al gobierno fueron obligadas a llevar una pancarta, que las hacía necesariamente visibles. Mamá y su amiga lograron de todos modos escabullirse entre la gente y buscar refugio en los portales de una tienda y volver a sus casas; pero cada vez que en la tele daban algún documental sobre esa vuelta triunfal de Eva, y aparecía el puerto de Buenos Aires colmado por la multitud, ella repetía la historia, y se preguntaba cuántos de los que allí estaban habrían ido, como ella, bajo amenaza de quedarse sin trabajo.
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