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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

20 noviembre 2005

El otro

Es probable que haya en la actitud de muchos españoles frente a nosotros un componente de discriminación y de algo así como un racismo que no acabo de entender. Somos una invasión. Y parece haber, me parece haber observado, lo que podría llamar dos grupos de inmigrantes argentinos. Los más jóvenes, chicas y chicos que se han venido solos o a lo sumo en pareja; tienen entre 20 y 30 años, trabajan mucho y por lo que veo en lo que aquí se llama la restauración, no importa lo que hicieran en la Argentina (casi todos estudiaban; muchos incluso acaban de terminar una carrera). No hay bar o restaurante de Mallorca donde uno no se encuentre con un mozo, una camarera, un cocinero, un lavacopas, un maitre, argentino. Son muy activos, parecen contentos o al menos conformes con su trabajo, y en general toman esto como una manera de ganar buen dinero y poder vivir. No se plantean mucho el futuro, pero si uno indaga todos terminan diciendo que la inmigración será sólo una etapa en su vida; juntarán dinero y se volverán. Casi una aventura, la aventura europea. No encontré ninguno, todavía, que renegara mucho o abiertamente de la Argentina de la que tuvieron que irse. Ni se lo plantean. Las cosas son así (han sido así desde que ellos nacieron, no conocieron otro país; no tienen un modelo de Argentina próspera con el que comparar nada). Extrañan, pero no están desesperados. Están convencidos de que volverán, de que tendrán un lugar idéntico al que dejaron donde volver. Escuchan música argentina, porque aquí suena mucho en la radio; van a ver a la Bersuit cuando viene; no tienen drama. Son jóvenes; tienen la piel nueva y suave de la infancia todavía.
Y están los otros, la gente ya grande, que se ha venido con familia o sin ella. En muchos casos se fueron viniendo en etapas, primero el padre, después la mujer y los hijos; en algunos casos primero los hijos grandes y atrás los padres. Hay familias que están aquí enteras, a los que del otro lado ya no les queda nadie. O matrimonios jóvenes pero ya con hijos, que se dejaron del otro lado un familión de padres, hermanos, sobrinos, tíos, todos. Todos esos, entre los que estamos, claro, la tienen más difícil. Y no sólo por una cuestión de adaptación. Los grandes nos sentimos en el fondo culpables de haber arrastrado a los hijos chicos a una emigración que ellos no quisieron ni entienden; y creo además que todos, todos, sentimos que hemos fracasado. Que esto es definitivo porque es una huida, no una emigración. Hay mucha rabia hacia adelante y hacia atrás en muchos de nosotros. Y es la rabia en muchos casos la que sostiene. He oído a muchos decir "yo no vuelvo ni muerto, ya le dije a mi familia que si me muero acá no quiero que me lleven de vuelta ni en cenizas". Hay muchas caras de un dolor infinito, muchas miradas de rencor, de dolores que ya no curarán, que vivirán con uno hasta el final. Y nostalgia de un país perdido, que no es el que dejaron sino otro; uno que conocieron en la infancia lejana; uno en el que era posible vivir de su trabajo, progresar, hacer planes de futuro.
Finalmente sobre ese asunto de la discriminación y el racismo que noto en muchos españoles (que no en todos) hablaré después, pero hablaré. Porque existe, y necesito si no entenderlo al menos hacer el esfuerzo de intentarlo.

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