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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

12 abril 2006

Y sigo con el viaje: Monteagudo de las Salinas

Los dejé en Valencia, desde donde Rubén se volvió con los chicos, y yo me fui con Octavio y Pili con rumbo a nuestra primera parada, que sería en Cuenca.
Así que allá vamos: salimos de Valencia a la mañana, después de desayunar, despachar los trámites de hoteles, esas cosas. Y tomamos la autopista que va a Madrid, hasta salir de la Comunidad Valenciana y entrar a la de Castilla La Mancha. No debe haber mejor forma de aprender geografía que haciendo estas cosas: las cosas que viste siempre en un mapa se te aclaran; y aquí, en España, parece que la geografía pudiera "verse". No sé si será que las distancias son cortas, está el espacio como comprimido, o que yo vengo acostumbrada a las extensiones de la llanura pampeana, que parece un océano infinito de tierra sin límites, sin bordes, como si nunca terminara.
Aquí todo tiene su marca, su mojón, y hasta se aceleran los cambios del paisaje: en 100 kilómetros viste pasar por la ventanilla arrozales húmedos y fértiles, sequías de polvareda arisca, montañas nevadas y valles verdes y floridos. Para mi mentalidad de llanura, increíble.
Arrozales vimos saliendo de Valencia, en la albufera (no es por nada que comen paella, no). Y pronto empezaríamos a ver sierras a medida que nos alejábamos del Mediterráneo.
Les dije que la primer parada sería Cuenca, y les mentí. Antes de llegar a Cuenca hicimos parada (cafecito, un poco de charla distendida) en un pueblo por el que Octavio siente un particular cariño: allí tuvo su primer trabajo como médico, y parece que allí, también, anduvo seduciendo niñas enamoradizas, y encima hermanas de curas párrocos. Y parece que al hombre le ha quedado el recuerdo dulce de unas lágrimas de niña cayendo en su solapa, y cada vez que pasa por la zona, rumbea pa´l pueblo aquel, el de la hermana del cura.
¿Dije pueblo? Debí haber dicho pueblito, casi caserío en torno a unas ruinas de castillo, porque no debe haber caserío en Castilla que no tenga su castillo o sus ruinas de castillo. Monteagudo de las Salinas se llama el tal pueblo, y Octavio insiste, más de treinta años después, en que él hubiera vivido muy feliz allí. Pili, que es mujer inteligente, muy, y que fue la causa de que el joven médico dejara Monteagudo de las Salinas y muchachita de lágrimas dulces hermana de cura párroco y lo que hubiera hecho falta dejar, sonríe. Y más que sonreír, se le ríen los ojos, porque Pili tiene los ojos más vivaces y más rientes que haya visto en la vida. Y a Pili se le ríen los ojos y el alma cuando Octavio insiste ("que sí, joder, que yo hubiera vivido aquí tan feliz toda la vida"); y yo sospecho que lo dice para hacerla rabiar un poco, y darle un poco de celos retroactivos; pero su moza castellana es tan inteligente, y lo tiene tan enamorado perdido, que termina el provocador provocado, y yo me divierto en el asiento de atrás imaginando la vida de Octavio en pueblo semejante. Ah y qué sería de los hombres sin nosotras!
La cuestión es que en Monteagudo de las Salinas además de las 20 casas y las ruinas de castillo hay ahora un hotel rural que han puesto unos belgas, precioso, austero pero precioso, acomodado con un gusto exquisito, chiquito, íntimo, ideal para pasar allí un fin de semana de descanso o de evasión del mundo; que no para vivir, no. No, no y no. Me dejan allí a vivir unos meses y me llevan derechito para el loquero.
Y comentario: se me ocurrió, porteña al fin, hacer este absurdo comentario: "cómo se les podía ocurrir hacer castillos, iglesias monumentales, aquí, en medio de la nada?". Qué pregunta idiota! Para qué nos sirve haber leído tanto y haber estudiado tanto si después hacemos preguntas tan banales! Aquello, esa Castilla que parece ahora el reino de la tranquilidad y del sosiego, de los castillos en ruinas o convertidos en hoteles 5 estrellas, del campo un poco seco, que uno imagina duro de trabajar, de montes y cotos de caza y belgas poniendo casas rurales y turistas como yo paseando alegremente, fue hace siglos el centro del mundo. El núcleo duro de ese imperio donde nunca se ponía el sol. Por ese territorio que uno mira ahora con mirada de turista medio estúpido, se libraron batallas sangrientas que movían la frontera de moros y cristianos, anduvieron tropas romanas conquistando y matando y dejando caminos y leyes, civilización y lengua. De esa Castilla que parece ahora tan inocente salieron los hombres que conquistaron y le dieron dioses y lengua a todo un continente. No, evidentemenete aquello no es "en medio de la nada". Aquello fue el ombligo del mundo; donde todo comenzó. Por esta Castilla de pueblos como caseríos y clima duro anduvo no sólo el Quijote, sino la historia de medio mundo. Y estoy pensando ahora, mientras escribo y trato de contarles este viaje maravilloso, cuánto tiene que ver esa Castilla poderosa y poblada de iglesias y castillos, que ahora yo veo tan pacífica y tan tranquila, reposando al sol, con lo que leo cada día en los diarios, con lo que escucho por la calle o en mis clases de catalán. ¿En qué lengua que ignoro hablaría yo si aquello hubiera sido "en medio de la nada"? Aviva el seso, querida Alicia, y a ver si de una vez aprendés a mirar. Que ancha es Castilla, sí; ancha es Castilla.

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