Por fin Granada
Por fin atrás de una curva aparece en el fondo del camino el brillo de Sierra Nevada, hoy tan nevada. Y llegamos a Granada alrededor de las 2 de la tarde. Dimos un millón de vueltas, perdidos en callejones colmados de chicos y chicas con carpetas y libros. Es un día precioso de sol, pero hace frío. Por fin, ya ni sé cómo, llegamos al hotel. Deberemos tomar nota para el momento de irnos porque tardamos más de una hora desde que entramos a Granada (la circunvalación parecía la 9 de julio en hora pico, un despelote) hasta que por fin respiramos aliviados. El hotel es una joyita (www.palaciodelosnavas.com); un viejo palacio granadino reciclado, con un patio interior que huele a azahares y suena a cántaros, de pocas habitaciones, tranquilo, ideal.
Enseguida salimos a la calle, a reconocer la ciudad. Fuimos a la catedral, entramos a la capilla real, donde están enterrados Fernando e Isabel y Juana la loca y su desgraciado marido, Felipe el hermoso, parejas tan literarias, encontramos de casualidad la alcaicería, esa especie de mezcla de mercado morisco y laberinto, paseamos por las plazas de Granada, la del Carmen, la de los Reyes Católicos, la de Bib- Rambla (de ahí es la foto). Nos calentamos la panza y el ánimo con un chocolate con churros espeso y reconfortante en un café abarrotado de gente animada, caminamos, miramos, nos perdimos y por fin volvimos al hotel para adecentar un poco el cuerpo antes de salir de tapas.
La primera cena de Granada: un bar cualquiera donde no cabe un alfiler, con sólo barra y gente, gente, gente. Una copa de vino y tapas; tajadas de pan crujiente y fresco rociadas con aceite, y encima chorizo o jamón o queso de cabra y tomates cherry o uvas con queso azul o paté con una lámina de frutillas o o oooooooohhhhhhhhh milagros del paladar apoyados en apenas un pedazo de pan. Y a pasar la primera noche en Granada, que las primeras noches son siempre gloria.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home