Todavía
Seguimos todavía en Barcelona, sí. Parece un viaje que no se acaba nunca, y la verdad es que me viene bien que haya pasado ya un tiempo porque para ir escribiéndolo tengo que revisar ya planitos, refrescar recorridos, evocar recuerdos. Es casi como volver a viajar, y viene bien.
Del parque Güell nos dio tiempo para volver a bajar la calle angosta hasta la parada del bus turístico y seguir el recorrido. Siguiente destino: al pie del Tibidabo, el tranvía que sube hasta el funicular. Pero llegamos tarde: cuando el bus nos dejó en la esquina hacía 5 escasos minutos que el último tranvía había partido. No importa: subimos en el autobús de línea.
Y toda esa subida hasta el funicular es el barrio más bacán de Barcelona. Unas casonas impresionantes, rodeadas de jardines y protegidas por cercos altísimos y por rejas, muchas de ellas han pasado a ser sedes de grandes empresas, clínicas o colegios privados. Y muchas otras siguen siendo casas de familia, y las hay muy viejas, con prosapia, y nuevas, flamantes, con ese aire de limpieza ascéptica que tiene el lujo nuevo, blanco, brillante.
Subimos al funicular, llegamos a la cumbre del Tibidabo, con su basílica y su parque de diversiones (ay Vázquez Montalbán y su Pepe Carvallo, cuántas veces los vi pasar a mi lado en esta Barcelona que conocí antes con ellos que en un viaje!) y desde allí, claro, sacamos fotos. Allí va una.
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