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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

09 junio 2006

Junio

Estamos casi en mitad de junio. Sí, una obviedad. En pocos días hará un año que llegamos los chicos y yo a Palma, en un viaje cargado de angustia cuyo recuerdo me acompañará, supongo que aunque no lo digan NOS acompañará, toda la vida. En un año me he ido acostumbrando a muchas cosas, desde las más banales como recordar dónde está la llave de la luz de la cocina o para qué lado tengo que arrancar cuando me levanto medio dormida y quiero ir al baño, hasta calcular qué hora es en Buenos Aires cuando yo empiezo el día o qué gestos más o menos rutinarios forman ya parte de mi vida cotidiana. Sin embargo hay algo a lo que no puedo acostumbrarme: la relación entre los meses del año y las estaciones. Cada vez que digo junio, pienso en invierno; y cada vez que digo enero o Navidad , pienso inevitablemente en vacaciones y verano.
La cuestión es que estamos en junio y ya hace calor; los días son largos, la ciudad se ha ido poblando de turistas con cara y pinta de turistas, y ya están en flor los laureles de jardín que yo encontré encendidos de fucsia o de blanco cuando llegué, el año pasado.
En mi modesto balcón tengo tacos de reina colmados de naranjas y ocres; un malvón, tan de patio porteño; un geranio rojo que me ha dado unas flores del tamaño de hortensias; el ficus que podé al ras cuando terminaba el invierno y que se ve que anda con ganas de sobrevivir y un almácigo de tomates cherry que sembré después de haber recolectado las semillas que quedaron en la ensaladera. Ah y casi me olvido! a pesar de la modestia verde de mi balcón, tengo un inquilino: en la maceta del ficus, entre sus ramas, ha encontrado refugio nocturno una iguanita, que viene cada noche puntualmente a dormir allí. No sé dónde pasará los días, pero sospecho que en la azotea, porque la veo trepar apurada por la pared vertical si alguna noche me da por salir a regar ya tarde. Es chiquita, arisca, solitaria, desconfiada, quizás me tenga miedo; es una iguanita mallorquina, en todos los sentidos. Y yo, que me espanté la primera vez que la vi, también a ella me he ido acostumbrando, y ya le tengo un cierto cariño. Quién sabe, todavía, quién sabe; a lo mejor, después de todo, será cuestión de ir conociéndonos y perdiéndonos el miedo mutuamente.
En las calles están en flor las adelfas, mis laureles de jardín, que me traen tantos recuerdos, y los jacarandáes, tan criollos, tan azules, tan bellos. Ayer mismo me he tomado un cafecito sentada en la terraza de un bar, a la sombra de un jacarandá, mientras leía un autor nuevo y deslumbrante. Sí: de vez en cuando la vida toma conmigo café.

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