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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

15 agosto 2006

Victoria

Joaquín parece más preocupado que yo por mis libros, o al menos por la distancia que establecí entre mis libros y yo. Se ve que el chico se da cuenta de que me pone nerviosa, algo así como un sindrome de abstinencia. Así que en cada viaje él insiste en recordarme que "algún libro" me puede traer. Nunca terminaré de entender por qué cazzo los libros pesan tanto. Hagan la prueba de organizar una mudanza: nada, ni el aparador de roble macizo heredado de la tía Borila (no se rían del nombre de la tía, que no es ningún invento. Muchos de ustedes han tenido el privilegio de conocerla; los que no, esperen con paciencia, porque les hablaré de mi querida tía Borila cuando les cuente por qué conservo yo recuerdos de infancia de Jorge Antonio) pesará como los libros. En fin. La cuestión es que yo voy haciendo listas, listitas diría mejor, de 5 ó 6 ejemplares cada vez. Y ahora pienso que si cada uno que vino me hubiera traído 5 ó 6 ya tendría unos cuantitos, pero ya está hecho. Por las dudas, anótense: no viajar a Mallorca sin libros para Alicia; péguenlo con un imán en la puerta de la heladera, y no lo olviden.
Rubén me trajo ya unos cuantos la última vez que estuvo allá, y ahora vinieron con Joaco los tomitos que tengo de la Autobiografía de Victoria Ocampo, que no son todos, lamentablemente.
La he estado leyendo tirada en la playa de Santa Ponça (eso es sólo para que envidien: mientras ustedes se cantan de frío, yo estoy aquí tirada panza arriba al sol, leyendo a nuestra Victoria Ocampo). En realidad la playa no es de las que más me gustan; el lugar es magnífico; una bahía rodeada de suaves acantilados de piedra, el agua azul increíble de este Mediterráneo, las sombrillitas, los veleros, debería ser perfecto. Pero es una muestra más del desastre que seguramente unos pocos han conseguido hacer , pese a las protestas y las quejas de muchos: ya no queda un metro de ladera de sierra sin construir; del año pasado a este se comieron un pinar entero, con adosados horribles además. Da mucha pena, la verdad; me da mucha pena a mí, así que me imagino la pena que les dará a los mallorquines de buena fe. Pero en fin: a los chicos les gusta mucho esa playa justamente por lo que no me gusta a mí: no es una calita minúscula, hay mucha gente, hay lugar donde jugar a la pelota, al voley, a lo que se te ocurra. Hay montones de inglesitas, italianitas, españolitas y francesitas en topless (ahora se acostumbraron; el año pasado debí sacarles fotos a las caras de libidinosos de Perico y Ramiro (anche del padre, pero dejémoslo)).
Y allí estaba yo, tendida en la reposera y leyendo por enésima vez a Victoria; hay párrafos enteros que me sé ya de memoria y nunca me aburren. Y hay episodios de su vida, pese a tantos privilegios con los que se supone que nació y vivió, tan dolorosos, tan conmovedoramente dolorosos, que muchas veces me encuentro inundada de lágrimas mientras la leo.
Y qué ingratos que somos los argentinos. Qué ingratos hemos sido con esta mujer que se ha dejado los bienes y el tiempo que le fue dado vivir en hacer de nuestro país algo mejor. De no haber existido Victoria Ocampo no sé si hubiéramos tenido a Borges, a Bioy, a Cortázar. De no haber existido Victoria, y su empeño y sus ganas y su voluntad, probablemente la historia cultural de la Argentina no sería muy distinta de la del Paraguay, por ejemplo.
Despertó, con el solo brillo de su inteligencia, pasiones desbordadas en hombres que forman parte de la historia del pensamiento occidental del siglo XX. Puso a la Argentina en el mundo intelectual y cultural de su época; peleó y se jugó todo, TODO, defendiendo la dignidad y la libertad del ser humano, los derechos de las mujeres, el derecho a disentir. Fundó la revista cultural más importante que haya tenido nunca la América hispana, y la sostuvo con su esfuerzo y su dinero, durante años y años, hasta quedarse literalmente sin nada; con el mismo nombre de la revista, Sur, fundó una editorial como no habíamos tenido antes ni tendríamos después; tradujo al castellano, infatigable y como nadie, obras inglesas y francesas que no hubiéramos conocido sin ella porque a nadie parecían importarles; no hizo nunca distinciones ideológicas a la hora de publicar en su revista o en su editorial a gente que pensaba diametralmente distinto que ella (desde Pablo Neruda hasta Drieu La Rochelle; desde Sarmiento hasta Ortega y Gasset), y les dio a muchísimos jóvenes de entonces, desconocidos y talentosos, la primera oportunidad que nadie quería darles. Llegó al final de su vida ligera de equipaje; empobrecida después de haberlo invertido todo en empresas culturales que sólo recibían el más gélido desprecio de la ignorancia al uso.
Su voz, la voz tan argentina de Victoria que voy escuchando mientras la leo, me ha llevado de nuevo a un país que pudo ser mejor, y me ha hecho lagrimear tendida en la arena de Santa Ponça.
Creo que la están reeditando. Prefiero creer que nunca es tarde, aunque no sé, no sé... Ustedes que pueden no se la pierdan. Corran a comprarse todos los tomos de su Autobiografía; son su historia y son también la historia de un país que pudimos tener y que perdimos. Vale la pena.

2 Comments:

Blogger noa said...

NO QUISIERA SER PESADA, PERO NO DEJES DE ESCRIBIR, TRANSMITES MUCHO, ME ENCANTA ESA MEZCLA ENTRE LO MÁS TRIVIAL Y EL SENTIMIENTO, LA EMOCION EN ESTADO PURO. EN FIN, HARÉ LO POSIBLE POR LEER A VICTORIA, TE TENDRÉ AL CORRIENTE. BESOS. LOLA.

24/5/12 16:44  
Blogger albertiyele said...

¿Pesada? Ah noa! Estoy pensando si vos no serás un ángel que apareció por aquí nada más que para darme a mí los ánimos que me faltan. Ya quisiera yo estar a la altura de tus elogios. Muchísimas gracias.

24/5/12 22:02  

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