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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

30 julio 2009

Scriptum interruptus, o algo así

Algunos de ustedes me recomiendan más o menos ardorosamente que me dedique a escribir. Ahora bien: ¿qué cosa es escribir? ¿Un oficio? ¿Un hobbie con cierto grado de exclusividad? ¿Un trabajo? ¿Una soberana pelotudez? Considerando las condiciones en las que yo me siento a escribir me inclino francamente por esto último.

¿Ustedes a qué se dedican? ¿Son abogados, pintores de cuadros o de brocha gorda, carpinteros, plomeros, médicos, secretarios de una oficina, jardineros, vendedores de tienda, maestros de escuela, mujeres (que hombres jamás) dedicadas a atender su casa, cocineros, costureros, qué? ¿A qué se dedican todos ustedes? ¿Se imaginan a un plomero interrumpido cuando está soldando el caño de abajo de la alacena del 5to. B por uno de sus hijos y/o su cónyuge para recordarle que hay una pila de ropa para planchar que llega al techo, o para preguntarle por la ubicación precisa de su hijo menor, o hasta para mandarlo a atender el teléfono o a cocinar un huevo frito? ¿Se imaginan en esa misma situación de interrumpido, y por tan importantes razones, a un abogado mientras está alegando frente al juez; o a un jardinero mientras se retuerce las dos manos trepado a una escalera en la mitad del jardín tratando de hacerle un injerto al duraznero; o al cocinero mientras saca las papas fritas de la sartén con una mano y con la otra bate los huevos; o a una ama de casa mientras se pasa, agotada y un poco harta, el antebrazo por la frente apoyada en el inodoro mientras lo friega con lavandina; o a un médico en el preciso momento en que le está anunciando a un paciente que tendrá que resignarse nomás, porque es cadáver irremediablemente?

Bueno: ahora imagínense a una mujer "que no trabaja de nada" escribiendo en algún lugar de su casa, cualquier lugar, por recogido que sea. Todo el mundo, TODO EL MUNDO, desde el marido hasta el afilador que pasa por la puerta tocando todos los timbres, tiene todo el derecho a interrumpirla, porque para todo el mundo esa mujer sentada tecleando en una máquina NO ESTÁ HACIENDO NADA EN ABSOLUTO. O al menos nada que merezca concentración ni silencio ni respeto ninguno; en otras palabras: está pelotudeando.

Escribir es para hombres; o para mujeres sin familia o riquísimas, que tienen los asuntos familiares resueltos; o solteras o solitarias irremediables, o lesbianas. Y si no me creen hagan la prueba, como hice y estoy haciendo yo, de revisar la historia de la literatura universal, desde la maravillosa Safo hasta la muy farsante y publicitada Isabel Allende.

¿Que me dedique a escribir? ¿Que me dedique a inventar un argumento y un mundo novelesco lleno de matices y de recovecos? Casi no puedo terminar de escribir 20 renglones seguidos si no es a las 5 de la mañana, cuando duermen los niños, los maridos y hasta los afiladores.
Pero no debe de ser nada de eso. Definitivamente yo no tengo talento para tanto.

Después, en algún momento en que por fin consiga un rato largo de silencio o al menos de no interrupciones por asuntos tan capitales, les sigo contando el viaje. Ahora mismo me reclaman mil tareas IMPORTANTÍSIMAS que nadie puede hacer por mí. Fijarme si el menor está en el baño o en su cuarto; o en qué estante preciso de la heladera, que es tan enorme y tan inexpugnable, hay una lata de coca cola, por ejemplo. Esas cosas, por supuesto, son infinitamente más importantes que ubicar una coma o acomodar un verbo a un sujeto ya lejano, que eso es cosa de cuando la maestra nos mandaba a hacer la consabida redacción, tema: la vaca. Y hablando de vacas, en este momento tengo una mala leche que no se los puedo ni explicar.

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