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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

29 diciembre 2007

Sueño en el tren


Llegados a Fiumiccino, recogidas las valijas (¿alguien puede explicarme por qué cazzo las valijas de uno son siempre, pero SIEMPRE, las últimas en aparecer? Esos que llegan primeritos a la cinta y cuyo equipaje sale también el primero, ¿le pagan coima a alguien, le rezan a algún santo de las valijas, tienen alguna cábala? ¿Cómo lo hacen? Yo quiero ser como ellos, carajo!!!!) y pegados varios suspiros de franco alivio, nos dedicamos a buscar la estación de tren, que era según nuestros cálculos lo mejor para llegar al centro de Roma. La verdad es que el tren es caro, y suponemos que siendo dos no debería costar mucho más un taxi, pero dadas las mil prevenciones que uno tiene particularmente con los romanos, con fama de ser más ligeros para currar turistas incluso que los argentinos, que no me digan que no es casi un récord, preferimos hacer tren y metro. Todo fríamente calculado: 11 euros por cabeza el tren, con el que no había posibilidad de error: nos teníamos que bajar en la Stazione Termini, el final del recorrido. Y allí mismo tomar la línea A del metro, también muy fácil: Roma tiene sólo dos líneas, A y B, y bajarnos apenas dos paradas después, en la Piazza Barberini.

El tren llegó enseguida, es limpio, cómodo, rápido y tiene la ventaja de todos los trenes: como circula algo por encima de la ciudad uno va viendo lo que normalmente no se le muestra a los turistas. Desde allí vimos que en las afueras de Roma hay barrios de rancherío, como en nuestra lejana Buenos Aires; zonas abandonadas si no de la mano de Dios, que se supone que no abandona a nadie y menos en Roma, que es como su sede central, sí de la mano de los servicios municipales: mugre, basurales, yuyos altos como árboles, en fin: pobreza, la fea pobreza de la que hablaba ya Virgilio (y noten que ya me estoy poniendo a tono). El Bibi, que seguía medio muerto de sueño, se preguntó entre cabeceada y cabeceada, por qué los romanos podían tener esos trenes tan confortables y nosotros en cambio la línea Roca. Como les digo: el hombre estaba dormido, si no no se entiende semejante pregunta. La foto que les puse es la prueba fiel de que no les miento: ahí lo tienen con cara de mamado en el tren.

El metro nos pareció tan caótico como los de todo el mundo: la gente que quiere entrar y empuja y no deja salir a los que se quieren bajar, el amontonamiento, el apuro por meterse antes de que cierren las puertas, como en todos lados. Ah! antes de olvidarme: 1 euro el ticket. Y llegamos a la Piazza Barberini, y ni bien asomamos la cabeza al aire libre estábamos enfrentre de la Fonte dei Tritone, al inicio de la Via Veneto, en el medio de Roma. Respirá, Alicia, respirá y creételo: allí estás otra vez, treinta años después. Increíble.

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