No habrá ninguna igual, no habrá ninguna
Paseamos largamente por París. Por lugares por donde había caminado joven, llena de sueños y de miedos y de dudas. Hace tantísimos años y tengo tan presentes aquellos otros días de París que casi puedo oler en el aire los olores de entonces. Busqué, y creo que encontré, el hotelucho escondido atrás de las Galerías Lafayette donde dormí entonces. Aquella calle era oscura, helada, solitaria de día y habitada por putas tristes y pobres de noche. Muy cerca, casi enfrente de la Ópera, había un drugstore gigantesco, que entonces parecía modernísimo y que era el único lugar que se mantenía abierto hasta muy tarde. Ahora hay una tienda tipo Zara o algo así. Y el barrio, que era casi marginal, está lleno de barcitos, de pequeños negocios, de gente que va y viene.
En aquel invierno del 79 casi no había turistas en París, hacía un frío que te congelaba el alma y Europa entera era infinitamente más triste y más pobre y más solitaria. Y yo era infinitamente más joven y me parece ahora que más idiota. Pero quién sabe.
En aquel invierno del 79 casi no había turistas en París, hacía un frío que te congelaba el alma y Europa entera era infinitamente más triste y más pobre y más solitaria. Y yo era infinitamente más joven y me parece ahora que más idiota. Pero quién sabe.
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