Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

10 septiembre 2006

Y casi 10 años después


Y ahí están en la playa, creo que en Es Camp de Mar, juntos, crecidos, inseparables a pesar de tanto.
Gracias Pancho. Tu visita no sólo nos puso muy contentos, sino que a veces creo que nos hizo un poco más sabios. A todos.

A los amigos


¿Tendrían seis años? Siete? No más que eso, seguramente. En todo caso sus vidas, cortitas vidas pero no chiquitas, no, enormes, se habían cruzado por puro azar y hacía muy poco, en la escuela, que es donde suelen cruzarse las vidas de los amigos que lo acompañarán a uno toda la vida, de lejos o de cerca.
No sé cómo habrá logrado quien sea que les sacó la foto que se quedaran quietos, que pararan un rato de patear y correr detrás de la pelota, de gritar y empujarse y reírse a carcajadas. Incluso que se inventaran una pose y miraran a la cámara. Compartían las horas de la escuela, la edad imperturbable de la inocencia, los lazos de la amistad más pura y más envidiable, la cara eternamente sucia y la pinta de minúsculos atorrantes.
Ni soñaban ni podían imaginarse, ninguno de los dos, que un día tendrían que separase por miles de kilómetros. Y que uno cruzaría un océano entero, sentado por primera vez en su vida en un avión, el corazón encogido de inquietud y cierto temor, sólo para ver al otro, para abrazar al otro, para jugar de nuevo a la pelota y reírse a carcajadas con el otro.
La foto del abrazo interminable que se dieron en el aeropuerto de Palma el día que se encontraron se las debo porque yo, la que debía sacar la foto, lloraba y temblaba mientras ellos no terminaban de tocarse y de mirarse y de decirse "hijo de puta, hijo de puta..."
Pasaron juntos quince días que ninguno de los dos olvidará. Caminaron por Palma, hicieron competencias de salto desde las rocas en la playa, nadaron, cuchichearon hasta las tantas tendidos en sus camas mientras todos dormíamos, se pusieron al tanto de sus vidas uno al otro, fueron y vinieron, pasearon, se rieron, jugaron a la pelota, cómo no, y nos dieron a nosotros una lección de amistad conmovedora.
En honor a Pancho, el amigo de Pedro, de mi Perico, y en honor a todos los amigos que tantas veces sin saberlo nos empujan a vivir, nos dan su aliento y nos ponen, como dice la Oriental (mi amiga tan querida) el viento en la camiseta.