Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

31 octubre 2017

El Forn Fondo. Dulces otoños de Palma








Hay en Palma algunas pastelerías antiguas donde parece que el tiempo pudiera volver atrás. Son pocas, cada vez menos, y hay que disfrutarlas mientras duren. En una de ellas suelo sentarme, pedirme un café y un cremadillo de crema (que es mi pastelera), y pensar, mientras saboreo y mastico, en los prodigios de la memoria del paladar. Como además tiene sólo dos mesitas, y hasta hace poco ni eso, y todo el local está inundado de la dulce atmósfera de las masas y las cremas, es como meterse en un pequeño paraíso que ha conseguido conservar lo mejor del pasado. Ensaimadas, cuartos embatunats, robiols de crema, cremadillos, cocas de albaricoques. Una gloria.

29 octubre 2017

El mar de Ulises en Santany

"El mar. El joven mar. El mar de Ulises
Y el de aquel otro Ulises que la gente
Del Islam apodó famosamente
Es-Sindibad del Mar..."

Jorge Luis Borges en El oro de los tigres

Aunque parezca otro, más civilizado y más real, este que tengo enfrente es el mar de Ulises, por el que navega empecinado, buscando desesperadamente volver a Ítaca, a su casa. Debajo de estas capas de civilización, de urbanidad, de buenas maneras, todos somos alguna forma de Odiseo atándonos al mástil para volver a esa casa donde creemos, ay, que alguien nos espera. Y por volver lo dejaremos todo,  mataremos al monstruo y seremos Nadie.

Hoy pasamos el día en Cala Figuera, Santany, la costa que mira al sureste de la isla, al África, a Cerdeña, probablemente al pasado, a Ulises. Y así atardeció, una hora antes que ayer, sobre la brumosa y desdichada isla de Cabrera, que nos recuerda que no a todos los hombres les toca la suerte de Ulises; que, al contrario, a muchos de ellos les será dado no encontrar nunca su casa, no volver jamás a Ítaca.






28 octubre 2017

Visitas fugaces

Este fin de semana vinieron a Palma Cecilia y Mariano con su bebé, Tomás. Los conocimos recién llegados, con toda la vida por estrenar, llenos de proyectos que han ido concretando con mucho esfuerzo y mucha voluntad. Les han pasado muchas cosas buenas, pero todas se las han ganado.

Hace ya unos años se instalaron en Barcelona, y hacía mucho que no volvían a esta ciudad donde fueron una pareja enamorada que recién empezaba su camino. Ahora, por primera vez desde que empezaron su vida en España, tienen encima la sombra de la preocupación por algo que no depende de ellos. Confiemos en que todo irá bien. Para ellos y para tanta gente que se ve envuelta en esta especie de tembladeral un poco absurdo, que casi no terminamos de entender ni de creer.

Hoy caminamos bajo el sol tibio del otoño por el Paseo Mallorca, y llegamos hasta Es Baluart, que tiene una de las terrazas más lindas de Palma, y que para mí ya está bastante poblada de recuerdos. Ahí estamos, fotografiados con la Seu de fondo.



24 octubre 2017

El gran hotel de Palma



En la Plaza Weyler (que otro día les contaré a quién rinde memoria, quién fue el tal Weyler) de Palma, en la calle que une las Ramblas con el Born, casi enfrente de la Plaza del Mercat y del precioso Teatre Principal, está Caixa Forum.

Es un centro cultural, sala de exposiciones, librería, cafetería, todo eso junto, que funciona allí desde su reinauguración en 1993, hace ya más de veinte años.

 Lo mejor de Caixa Forum es la colección completísima de Anglada Camarasa (que la Caixa le compró a su hija a finales de los 80 y que se había conservado hasta entonces en su casa del Puerto de Pollença, donde el pintor vivió durante muchísimos años y hasta su muerte) y, por supuesto, el edificio.

Curiosamente, ambas cosas, Anglada y ese edificio que es la joya del Modernismo de Palma, están muy relacionados con el Río de la Plata.

En 1901 el indiano Juan Palmer Miralles, enriquecido en el Uruguay, asociado con Ferran Truyols, le encargó al arquitecto catalán Lluís Domènech i Montaner (el mismo del Palau de la Música y el Hospital Sant Pau de Barcelona) el proyecto de un hotel de lujo para la ciudad de Palma. La obra dio mucho más trabajo del esperado. Los terrenos, que estaban ya comprados, formaban parte del antiguo cauce desordenado y caótico de la Riera, que hasta el siglo XVII bajaba hacia el mar atravesando la ciudad, casi partiéndola en dos, por lo que ahora son las Ramblas, la calle Unión, el Born. Desde entonces todo lo que se fue construyendo en lo que eran sus márgenes se enfrentó a la misma dificultad: el  cauce fangoso del torrente sigue allí, empecinado.

Pero por fin en 1903 se acabaron las obras y se inauguró el Gran Hotel, que fue el orgullo de la isla, el primer hotel de lujo de España (hasta que pocos años después, en 1910, abriera sus puertas el Ritz de Madrid, que merece otra entrada).  Tenía capacidad para hospedar a 150 huéspedes, (aunque sólo diez de sus habitaciones tenían baño completo; ahora el dato parece increíble); generaba su propia electricidad, tenía ascensor, restaurante y hasta calefacción. Un lujo que sería sorprendente a comienzos del que sería explosivo siglo XX, y que pretendía atraer al público europeo que ya empezaba a visitar la isla. Y lo consiguió durante bastante tiempo.

Después empezaron las catástrofes; primero la Guerra Civil e inmediatamente la Segunda Guerra, terminaron con la ruina del hotel, que por fin cerró sus puertas en 1941. De esos cuarenta años hay infinitas anécdotas, que les contaré otra vez.

 Dos años después, en 1943,  el Estado compró el edificio y acometió una reforma calamitosa que ocultó lo mejor del Modernismo de Lluís Domènech, y que sin embargo quizás debamos agradecer. Allí funcionó durante casi cincuenta años el Instituto Nacional de Previsión, y es probable que si no hubiera sido así el edificio hubiera terminado demolido, como tantos otros.

Por fin en 1991, exactamente a cien años  de que todo comenzara,  lo compró la Caixa, y dos años después lo reinauguró, ya restaurado a su forma original.  Mucha gente se queda mirándolo, deslumbrante, mientras pasea por Palma. No sé si muchos saben su historia, que acompañó la historia del siglo XX. En el fondo nadie, nadie, se salva del tiempo que le toca, en suerte o por desgracia.

22 octubre 2017

Otoño en la plaza de Manolito

Paseo a Manolito por la plaza en la que he visto durante más de doce años el discurrir de las estaciones, que es como decir el discurrir de la vida. Cuando era cachorro jugaba allí con un perrito idéntico a él pero ya adulto, que se llamaba Pic. Lo encontrábamos siempre a la mañana temprano, cuando volvíamos, Manolito y yo, de dejar a los chicos en la escuela. Ha pasado mucho tiempo. Hoy pensé en Pic, que era precioso y corría suelto por la plaza. Quizás haya muerto. Los chicos son ya adultos, que organizan sus vidas sin mí, que trabajan, estudian, que ya han pasado por la experiencia de vivir lejos de casa. Sólo nos queda Ramiro, y no sé por cuánto tiempo.

En Palma este fin de semana ha empezado de verdad el otoño. La plaza de Manolito nunca miente. En primavera es un escándalo de flores; y un domingo de otoño es exactamente como estaba hoy. Y aunque parezca una estación serena, inmóvil, el otoño tiene mucho de preparación para el gran cambio que viene; no descansamos nunca. Y casi mejor, no? Ya tendremos tiempo de descansar y librarnos



de toda inquietud. Mientras tanto, aunque haya llegado el otoño, hay que vivir. Aunque a veces nos agobie, hay que vivir.

21 octubre 2017

Mamá

Leo su partida de nacimiento:

"...En el pueblo de General Arenales de la Provincia de Buenos Aires, a veintidós de Octubre de mil novecientos veintisiete, ante mí... se presenta Gregorio Ramiro de veintisiete años, español, domiciliado en el cuartel segundo de este partido, hijo de Damián Ramiro y de María Juana Bermejo, y declara que el día veintiuno del corriente mes y año a las ocho horas y treinta minutos en su domicilio nació una criatura del sexo femenino cuya existencia se acredita... Que había recibido el nombre de Obdulia y que es hija legítima del declarante y de su esposa, Josefina Díaz de diez y nueve años (sic), domiciliada en la misma casa, hija de José Díaz y de Dorinda Carballo... Ante mí firman el acta en calidad de testigos Basilio González, de veinticuatro años, soltero, español y Blas Morán de treinta y cuatro años, soltero, español..."

El 21 de octubre de 1927, en un pueblo del corazón de la pampa húmeda, hija y nieta de españoles, nació mamá, mi mamá. En su casa, en el campo, rodeada de maizales y trigales, sin luz eléctrica, sin agua corriente,  y con la atención de una partera que habría llegado hasta allí en sulky por caminos de tierra en la madrugada de esa primavera austral.

  En la lejana Buenos Aires hoy cumple 90 años, postrada en la cama de respaldo de terciopelo azul  que compartió con papá casi sesenta de esos años. Perdida en una especie de neblina que no es ni vida ni muerte, única sobreviviente de todos esos nombres que le fueron tan familiares y que figuran en el documento que acredita su llegada al mundo: sus padres, sus abuelos, los testigos que firman el acta. De todo aquello sólo queda este papel que tengo enfrente y la memoria de mamá, que quién sabe si no sigue evocando, abriendo y cerrando cajones en ese limbo en el que está ahora encerrada, condenada a seguir respirando y latiendo.

No puedo ni desearle feliz cumpleaños. Sé con certeza que la niña que fue, la mujer que fue, no quisiera estar aquí sino allí, con quienes más la amaron.