Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

25 junio 2013

Lecturas: El baile, de Irene Nemirovsky

Una madre que se ve repentinamente metida en el sueño de ser rica; unas ansias infinitas de cumplir con ese nuevo papel asignado por la riqueza, para el que no está preparada y que le quedará siempre grande. Una mujer aburrida, inútil, incapaz de pensar en otra cosa que no sea ella misma. Y una hija adolescente que paga la riqueza de su madre. En ella, en la hija, deberá estar la reivindicación de la madre. La hija deberá recibir una educación que brille, más que educación una especie de pulimiento que no tiene por qué ser muy profundo; cuanto más superficial, mejor: más se verá, y eso es todo lo que cuenta. Lo que se vea, lo que se note. Y no salirse ni un milímetro del lugar que le tienen asignado, entre otras cosas porque nadie tiene tiempo de atenderla (todos, hasta su niñera, ocupados en otras cosas más importantes que su pobre vida).
Es un libro breve, casi un cuento largo, del que conozco perfectamente el argumento. Ay.

15 junio 2013

Señores, yo soy del rojo de Avellanedaaaa



Papá de traje y corbata, la raya del pantalón impecable, el sobretodo encima si era una tarde de mucho frío, la última mirada de control en el espejo del hall; papá manejando su coche y atravesando la multitud de gente que, como él, iba la tarde del domingo a la cancha. Papá con la ventanilla del coche baja, a paso de hombre, y tratando de sonreír a quienes le hacían comentarios (esta tarde ganamos, don Pedro; vamos, don Pedro, vamos, todavía); papá ubicándose en su palco para ver el partido, callado, sin gestos, sin gritos, con la mirada clavada en el campo; papá levantando una mano, sin una palabra, si por fin su Independiente, su querido Independiente, hacía un gol. Y a la noche, de vuelta en casa, charlando con nosotras, su mujer y sus hijas, de cualquier cosa, o escuchándonos charlar. El fútbol no era un tema en la mesa familiar; era su asunto privado.

Ya cuando era mayor nos empezó a contar; que se había hecho hincha de su querido Rojo en Bahía Blanca, muy chico, una vez que el equipo había ido a jugar un partido de exhibición, a pesar de que su padre, como buen español, era de San Lorenzo; sería la década del 30. Y entonces también arrancaba mamá a contar que ella había visto el festejo de Independiente en Avellaneda, en casa de sus abuelos, en su primer viaje a Buenos Aires, también a mediados de los 30, y aquello le había parecido una cosa fantástica, que ella jamás había visto en su pueblo, y que había decidido que ella también festejaría, que ella desde ese momento también sería hincha de ese club que festejaba, sin saber muy bien ni qué era aquello del fútbol.

Muchos años después, en los primeros 60, Independiente fue la excusa para que viajaran a Europa por primera vez; fueron a verlo a Milán, y yo recuerdo ese viaje porque nos dejaron a Cristina y a mí en casa de los abuelos maternos. Y porque mamá volvió contando que en la cancha del Milan estaba nada menos que el Obispo de Avellaneda con una mujer! Un obispo con una mujer!!! (el obispo, que era Monseñor Podestá, colgó los hábitos poco después, y se rajó con esa mujer, o con otra, después de haber vendido hasta los santos de la catedral de Avellaneda. Esos eran tiempos). Y volvió también con la tela de mi vestido de comunión, que había comprado en Italia; y el misal y el rosario de nácar que yo usaría el 8 de diciembre).

Papá contaba que se había hecho socio del club todavía muy joven, quizás recién casado con mamá; que lo había llevado su querido amigo don Luis Rolando, bastante mayor que él, y le había dicho a la empleada que los atendió "acá traigo a este muchacho a hacerse socio; atiéndalo bien porque un día será presidente del club". Y fue presidente por primera vez en el año 79. Y desde entonces muchas veces. Y caminó por la Avenida Mitre tranquilamente hasta el final, ya ciego. Y la gente de Avellaneda lo respetaba y lo quería, y no sólo los hinchas de Independiente.

Donde quiera que estés, mi papi querido, si es que estás en algún lado, estarás un poco triste. Pero no será un drama. Los dramas, para vos, eran otra cosa. El fútbol era una fiesta, y siempre daba revancha. Dará revancha también esta vez, y los chicos, a los que quisiste tanto, volverán a festejar.

10 junio 2013

Qué leo

Amaneció un día espléndido ya de verano. Así que, ya que además es 40 de mayo, hago orden en los placares y guardo ropa de invierno que ya no usaremos hasta octubre por lo menos. Subo y bajo y pienso para qué guardaré tanto, por qué no tiro, qué quiero conservar cuando conservo cosas que no me sirven para nada. Ay nena, nena.

Pero en fin: mientras la vida transcurre leo a Carme Riera en su Temps d'innocència. Me gusta. Tiene un tono nostálgico y bordea siempre una atmósfera proustiana, de paraíso perdido. Pero creo que así nos ponemos siempre cuando hablamos de la infancia, que finalmente suele ser el paraíso privado de cada cual.

Aurora o una historia increíble




El viernes, y por pura casualidad, conocimos a una mujer extraordinaria. Pero no extraordinaria así nomás, dicho ligerito, sino absolutamente extraordinaria.

Aurora Canessa, que está ahí arriba con el Bibi en la foto, es una argentina de 68 años que llegó a Palma a bordo de su velero, el Shipping, hace pocos días. Amarrado en el Moll Vell, el Shipping es su casa, su hogar diría mejor, su mundo, su otro yo. Hasta allí, dirán ustedes, nada de extraordinario. Llegan miles de veleros de toda laya cada año a Baleares, y cruceros gigantescos, con miles de pasajeros. Algunos (los más grandes, los que llegan a Palma en su viaje inaugural, o en su última escala antes del desguace), hasta tienen la suerte de ser recibidos por bandas municipales, alcaldes, capitanes de puertos. El Shipping, no.

Pero ocurre que Aurora con su velero partió hace ya dos años del puerto de Olivos, allá abajo abajo, donde el diablo perdió el poncho, en la orilla de barro del Río de la Plata. Y en todo este tiempo, mientras los mortales normales dormíamos en nuestras camas, hacíamos las compras en el supermercado, nos duchábamos con jabón perfumado, Aurora navegaba sola en su velero, siempre rumbo al norte. Primero hasta el Caribe y después hacia el Este.

Aurora cruzó el Atlántico, sola su alma, en su Shipping, y llegó, después de tempestades, de buques de 300 metros de eslora que se le venían encima sin siquiera verla, hasta de atravesar la "autopista de barcos" (así la llama ella) que después de atravesar el estrecho de Gibraltar suben hacia el norte de Europa, al puerto portugués de Cascais, donde fue recibida, como corresponde después de tamaña travesía, con honores por el Capitán del puerto. Lloró Aurora cuando, por fin, le dieron la cálida bienvenida al continente europeo, después de haber cruzado el océano en dos tramos de alrededor de 15 días, en los que navegó sin ver en el horizonte más que agua.

Aquí, en Palma, hasta donde yo sé, nadie salió a recibirla. Su llegada no salió en ningún medio de comunicación, el Consulado argentino mudo, las autoridades baleares mudas.

En sus planes está permanecer aquí dos meses. Tiempo habrá de, al menos, darnos el gusto de charlar mucho con ella, y mostrarle esta isla, que es, ay, el Paraíso (aunque a veces no parezca).

Para quienes se interesen, Aurora va contando su aventura aquí. A mí, por mucho que lo leo, sigue pareciéndome increíble.

09 junio 2013

Silencio

Que no sirve de nada; que no sé hacerlo; que a quién puede importarle; que me quedo en la superficie de las cosas; que no consigo crear ese "espacio de libertad" del que habla Muñoz Molina en la conferencia de prensa que vi hoy (le han otorgado el premio Príncipe de Asturias; también aquí me quedaré en la superficie de las cosas); que lo que a mí me pase, lo que yo vea, es demasiado poco y demasiado banal (hay dos o tres palabras que nunca sé escribir; banal es una. ¿Por qué es banal si es vano? Averiguaré); que no vale la pena; que es hacerle perder el tiempo a gente que me aprecia; obligarla de alguna forma a leer pavadas.

Pero nada de eso es del todo verdad. El problema soy yo.