Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

31 enero 2018

Papeles y más papeles

El último cuaderno, que terminé ayer, con papel que traje de la papelería de Londres que les muestro ahí abajo.



Entre esos, está el papel de mi cuaderno.



Y los rollos de cabezada.



Una prensa antigua, pero que ya quisiera tener yo.



La tienda Shepherds de Londres. El paraíso.
 http://www.bookbinding.co.uk


Cuadernos de cuero en una tienda de Florencia.



Una carpeta para acuarelas, que hice y regalé ya ni sé a quién.



Los entresijos de un libro cosido a mano. Lo que no se ve, pero está ahí.


   Cada vez me entusiasma más esto de componer libros descuajeringados, hacer cuadernos, coser y pegar papeles, cortar cartones, encolar y engrudar, plegar, doblar... Todo un oficio que voy aprendiendo de a poco. Si todo va bien, en algún momento de la primavera o el final del invierno en el hemisferio norte, voy a aprender a dorar. Me tendré que ir de la isla a tierra firme unos días, o quizás semanas. Pero tengo muchas ganas. Cuando aprenda, les mostraré.

26 enero 2018

Revisando

   Reviso el blog porque hay mucho de lo que no me acuerdo. Encuentro cosas que no me gusta nada cómo están escritas, que no sé cómo no me dio vergüenza publicar. Pero encuentro otras que me dejan mirando, sorprendida,  la pantalla.

   En julio del 2010, hace más de siete años, escribí Lo amargo del estío  http://albertiyele.blogspot.com.es/2010/07/lo-amargo-del-estio.html?m=1.  

Era julio, hacía un calor horrible, recuerdo esa noche como recuerdo muchas películas. Esperaba que al día siguiente el mar me lavara el desasosiego y la sospecha de la locura.

   Más de siete años después es una noche fría y lluviosa del invierno mallorquín, y soy exactamente la misma. Los mismos miedos, la misma desesperanza. No avanzo ni aprendo nunca. Estoy siempre en el mismo lugar.

La caída



   Esa es mi bici, roja como la de la infancia, en la puerta lateral de la Iglesia de Santa Eulalia. Y antes de ayer me despatarré con ella por el suelo mojado y embarrado de la plaza de Manolito. Me habré caído de mi bici en la infancia mil veces, en aquellos paseos interminables por las lomas marplatenses. No sé cómo podíamos remontar aquellas pendientes de vértigo, cómo se nos ocurría llegar hasta el cementerio, o hasta la "Yamahuida" (¿habrá alguien en el mundo que se acuerde todavía de la Yamahuida, o que sepa lo que es?), o ir a acampar a la cortada, y atravesar aquel sendero de piedras y tierra y raíces deformadas con el abismo ahí, casi llamándonos. ¿Sabrían nuestros padres hasta dónde íbamos y los riesgos que corríamos? Creo que no. Que creerían, con algo de ingenuidad pero también de irresponsabilidad, que nos pasábamos horas y horas dando vueltas a la manzana. Popi, Roberto, alguna vez Goyo, y aquella nena de cuatro pelos lacios y la cara llena de pecas que era yo, éramos perfectamente libres en nuestras bicis en aquellos veranos de vacaciones y playa y tardes sin vigilancia de adultos. Libres como no volveríamos a serlo probablemente nunca más. No sé si nos dábamos cuenta; seguramente no.

   Alguna vez, en mi bici roja de la que me caí antes de ayer en el medio del barro y el agua de la plaza, mientras pedaleo mirando este otro mar que me ha tocado, vuelvo a sentir esa libertad de la infancia. Es fantástico, a pesar de la caída y el ojo en compota y el cuerpo dolorido. Esa sensación  de libertad  vale la pena. La libertad implica ciertos riesgos y ciertos dolores, y hay que estar dispuesta a asumirlos. Yo no sé si estoy dispuesta; seguramente no.

25 enero 2018

Noticias del blog AMM. LEAN

   No sé si esto servirá para algo, pero para menos sirve nada, así que... Por si alguno de los antiguos contertulios del blogamm entra aquí y me lee (yo conservo la esperanza, porque alguna vez anduvo por aquí mi querido donangelossa; y en mis "Estadísticas" veo que casi todos los días alguien me lee desde Francia, y desde EEUU, y yo quiero pensar que son Gaspagggg y Ángela) los antiguos compañeros del café muñozmoliniano tenemos nuevo café. Lo abrió sap, y los pocos que ya entramos estamos intentando adecentarlo. Alguien ya llevó una butaca, otro puso un cactus, pero nos falta mucho, y sobre todo muuuuuuchos.

   Si me leen, pasen por allí, por favor, que los extrañamos. La dirección es

http://ilustrecenaculo.foroactivo.com/forum


   Vengan, tiraremos papel picado e inflaremos globos para celebrar las llegadas.

23 enero 2018

Y volviendo a Londres: Camden y el Regent's Canal






 Tiendas en Camden


 El mercado de Camden


 Comida vietnamita, que comen los Bibis.

 Pero también churros con chocolate caliente.





 El puente que cruza el canal al lado del mercado.




 Un "rescatador" de pianos en Camden


 Ahí se ve la tienda del rescate de pianos.


 Y el canal.


 En la bifurcación, la casa china, y los barquitos convertidos en casas. Y yo.





 Los barcos-viviendas del canal.


 Las casas de las márgenes.


 Y ya en Regent's Park.


 Canchas de rugby en Regent's Park (que los chicos, ay, se quedan mirando.




 Y la entrada del White House, donde me reí tanto en septiembre, y donde ahora buscamos tomar algo caliente después de la caminata.


El mapita: arriba, Camden; Regent's Park bordeado por el canal, y abajo el White House.



  Probablemente lo mejor de Londres en este viaje fue lo inesperado (como en la vida entera).

  Fuimos, con poco entusiasmo y guiados sobre todo por las ganas de llevarnos de Perico, a Camden. Y como no sé nada de ese barrio, antes de ir miro un poco en Internet y encuentro algo que sí puede gustarme. Por el mercado de Camden pasa un canal por el que se puede ir caminando hasta el zoo de Londres, hasta Regent's Park. Y además hay allí, amarrados a lo largo del canal, que es larguísimo, unos barcos muy estilizados, alargados y angostos, que sirvieron en otro tiempo para transportar carbón pero ahora han reconvertido en viviendas.

  Así que paseamos un rato por tiendas más o menos parecidas a las que hay en cualquier parte (sí, un poco alternativas, pero tampoco tanto), comimos (comieron) comida de no sé qué lugar de Oriente en el mercado (curiosidad: como el mercado son puestitos en los que hay comer parado (como las vacas) y además al aire libre, y hacía frío  y caía esa garúa fina y molesta parecida a la de los inviernos porteños, nos sentamos a comer en un localcito muy elemental pero cálido y protegido, en el que uno puede sentarse con su propia comida y sólo comprar allí la bebida), y arrancamos a caminar por el canal.

  El paseo fue larguísimo. Los Bibis, que estaban en franca mayoría, estuvieron a punto de levantárseme en armas; caminamos como mulas y terminamos saliendo de Regent's Park, que recorrimos entero, en un momento casi sin esperanza de que se terminara nunca, cerca del White House, el hotel en el que estuvimos con Cris en septiembre, y ya de noche.

   Pero a mí me encantó. Otro Londres, el que no esperaba encontrar. Y a veces, sólo a veces, lo que uno no espera encontrar es lo que más le gusta.

20 enero 2018

Verano porteño.





Cuadros de la serie de cumpleaños infantiles de Virginia D'Urso, que me encantan.

https://youtu.be/m0K4WbLnpIY


  Haría ese calor denso y agobiante de los veranos porteños. La ciudad estaba alarmada por la ferocidad de una enfermedad cruel, que dejaba secuelas aterradoras, que mataba, que no discriminaba ni ricos ni pobres, que se ensañaba especialmente con los niños, de la que no parecía haber manera racional de protegerse.

    Nací en Buenos Aires en el verano caluroso y agitado y trágico del 56. Era una beba preciosa, plácida, como si hubiera sabido desde que llegué al mundo que era mejor pasar desapercibida, no molestar, no resultar un incordio. Protegerse, protegerse.

   Nunca pasé un cumpleaños en la ciudad en la que nací. Enero era el mar, la playa, los días interminables, y las velitas, las guirnaldas, los dulces de la confitería Montserrat. Y después fue el invierno, los días breves, y el mar también. Pero otro mar, que quién sabe por qué me estaba destinado.

18 enero 2018

London interruptus. Palabras.


 El año empezó con un monstruito en el medio de la cara. Mmmmmm...



 Pero llegó la primavera y el monstruito, ah qué bien, había desaparecido.



 A principios de mayo tuvimos la primera visita del año. Ojalá hubiera podido ser más festiva.



 Y a finales de mayo, amigos que nos demuestran que hay cosas maravillosas que existen. Son para pocos, pero existen.



 Y cuando empezaba junio, Venecia.



 Y la magnífica fiesta de la Bienale.



 Y Florencia



 Y la universitaria y combativa Bologna.



 Y en Bologna, unas librerías deslumbrantes.



 Y unas recovas que recorren la ciudad entera.



 Y el Castillo de los Este en Ferrara. Linaje de la nobleza de media Europa, y sin embargo... pasan todas las glorias.



 Y la verde y nostálgica Ferrara.



 Y Ravenna.



 Y Siena.



 Y versos conmovedores que vuelven, siempre vuelven.



 Y una celebración de poesía,  lágrimas y despedidas, que los muñozmolinianos, también Miguel Ángel, le deberemos siempre a "La mirada melancólica", el querido Señor C.



Al Bibi también lo roza un monstruito. Pero es del todo inofensivo, casi inocente.



 Y mi hermana en Palma, miúnicahermana, que fue este año más mi hermana que nunca, por muchas razones.




Y Perico en Londres, con su madre y su tía, que no paraban de reírse.



 Y una noche mágica de Neil Sedaka en el Royal Albert Hall. Fiesta.




La fiesta no acaba bien. Pero tampoco tan mal. Si terminó bien, lo demás se olvidará.



 Y una amiga, una amiga de fierro que hace lo que haga falta para aliviar heridas en Madrid. Gracias. No me olvidaré de tu hombro, en el que lloré tanto.



 Y ese cuadro, mi cuadro del Prado, que me esperó este año más compasivo, más dolorido que nunca. Hay que aguantar, y se aguanta como se puede.



 Y Málaga, donde por unos días yo tuve un bulín en un callejón solitario.



 Y Málaga con Marcela, a la que le tocó sufrir, y ahora le toca la parte buena, y la mejor todavía la espera en el porvenir.



 Y el milagro de las amigas.



 Y la Nochebuena con tacos altísimos, que hay que celebrar que la vida empieza de nuevo, siempre.



 Y un poco de dionisíaca borrachera, que aunque sea un día al año hay que soltarlo todo. 



 Y se acaba el año en Londres, que ya es una ciudad un poco mía.




Y librerías también en Londres. Palabras, necesitamos palabras.



 Ahí estoy. Llegué al final del 2017. No es poco.



 Formentor desde hace ya diez años. Este, un poco triste, pero con el mejor discurso del premiado.



 Y amigas nuevas, queridas amigas nuevas.



Tuve un monstruito este año. Pero al final no era tan monstruoso. Lo maté a gorrazos. Y yastá.


  Reviso este blog, que estuvo inactivo tanto tiempo (y lo lamento; lo lamento muchísimo, porque revisándolo veo que puedo reconstruir algo de las sensaciones de hace años, aunque haya pasado tanto tiempo, aunque ahora las cosas sean ya tan distintas. Y que hubiera perdido esas sensaciones si no las hubiera dejado escritas. Y que me hubiera venido ahora de maravillas poder leer qué pasó el año pasado, que fue tan raro, tan especialmente  poblado de luces y sombras), y encuentro una entrada del 2007 (mare meva!, han pasado diez años! Cómo podía entonces siquiera sospechar que lo leería ahora y tendría un sentido) a la que llamé Una chispa.

  Busco y busco porque es que tengo una necesidad de explicaciones como no tuve nunca. Palabras, necesito palabras. Que sí, que fue y es casi lo único que necesitamos todos; que somos palabras, las que podemos decir y las que no encontramos, las que nos pasamos la vida buscando. Somos lo que podemos decir que somos. ¿Y cuando no sabemos cómo decirlo? ¿Y cuando por lo que sea no queremos decirlo, ni que nos lo digan?

No sabía, o no quería saber, cuando escribí ese "Una chispa", que hay chispas que son del todo involuntarias; que hay fuegos espontáneos, que se encienden solos, y lo arrasan todo igual que los que enciende un pirómano. Que tienen algo de fatal. ¿Tendrá algo que ver ese fat- de fatal con el fat- de fatuo? Tendrá algo que ver desde el principio, inscripto en la lengua,  la fatalidad, lo inevitable y azaroso de la fatalidad, con lo fatuo de un fuego fatuo? Aaahhh lo tengo que mirar, no me puedo quedar con esta duda, tantas palabras claras como necesito!  No sabía, ni podía imaginarme, que tanto tiempo después me encontraría a mí misma como rodeada de tierra baldía, buscando desesperadamente palabras que explicaran lo que probablemente no tiene explicación ni motivo ni depende de la voluntad de nadie: la vida. Que a veces se escapa de las manos, elude los controles y pasa por donde se le antoja. Y hay que aguantar. Sin palabras. No hay explicación  posible. Es la vida, que ocurre y no hay opción. La tomas o la dejas, pero seguirá ahí, hagas lo que hagas.

Al menos puedo hacer, antes de cumplir años, un resumen de imágenes. Hay mucho más, claro. Pero todo no se puede.