Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

23 julio 2012

Y algunas precisiones históricas

El viaje de Eva a España tuvo motivos, e intereses políticos y económicos, en ambas orillas del Atlántico.

En diciembre del 46 la Asamblea de la ONU había dictado la Resolución 39 (que puede leerse entera y textualmente aquí), por la que recomendaba a todos sus miembros, entre los que estaba Argentina y 50 países más (prácticamente todos los que contaban algo en la época) que retiraran sus delegaciones diplomáticas de España y ejercieran un duro bloqueo mientras durara el régimen de Franco, que, según la ONU, estaba allí gracias a la ayuda recíproca del gobierno nazi de Hitler y fascista de Italia. España, los españoles, tendrían que atravesar solos la durísima travesía del desierto de una posguerra de hambre y de una represión feroz, después de haber pasado por la horrorosa calamidad de una guerra civil que había dejado cerca de un millón de muertos. Un horror.

El gobierno argentino, con Perón elegido democráticamente por primera vez (había asumido ese mismo año) en el poder, decide no cumplir con esa recomendación y no sólo deja abierta y funcionando su Embajada en Madrid (la única que quedó en territorio español), sino que además ofrece colaborar con cargamentos de carne, trigo y leche en polvo, que mitigarían al menos un poco el hambre de la pobre gente, que como siempre paga el pato de las fiestas ajenas. Hay muchísimos españoles mayores que lo recuerdan perfectamente (entre ellos mi querida vecina doña María, que me ha contado infinitas veces el agradecimiento que sentía su padre hacia mi país)

La decisión de Perón no es inocente: con ella se enfrenta a los EEUU, que es en lo que había basado su campaña política (Braden o Perón, era el lema; y Braden era el Embajador de los EEUU en Buenos Aires), y se hace fuerte en la región; pone a la Argentina, digamos, a la cabeza de los países de América del Sur, y de alguna forma se convierte en líder por oposición a "un enemigo" (una estrategia que repetirían con más o menos fortuna después todos los gobiernos peronistas, y notoriamente el de ambos Kirchner) al que se enfrenta. De paso se alía con el gobierno de Franco, al que lo unían muchas cosas: entre otras su concepción de los sindicatos verticales. Y le cuesta muy poco: el trigo y la leche abundan. Y de paso queda bien con los millones de emigrantes españoles que vivían en el país, y que eran votos.

La ONU reacciona amonestando al gobierno argentino por su no alineación, y por lo que llama "provocación"; y el gobierno de Perón responde con una nota que sigue hoy teniendo una vigencia que sobrecoge y con la que no puedo estar más de acuerdo:
"...El ayudar a los pueblos en su desgracia es un acto de amor, no de provocación. Seguiremos tendiendo nuestra mano solidaria a España, como a todo pueblo que lo necesite, independientemente de las circunstanciales decisiones de las potencias que se erigen en paladines de la democracia; las mismas que hasta ayer sólo vieron en España, desgarrada por una guerra fratricida, un campo propicio para experimentar sus fuerzas de destrucción..."


En ese marco Franco invita a Perón a España, y éste, que era más vivo que el hambre, envía a su mujer. Sabe que ir él mismo sería tirar demasiado del hilo de la paciencia de los más poderosos países del mundo, que están en alza, recientes triunfadores de la guerra; y sabe también que su mujer, que es joven, bonita y astuta, deslumbrará a los europeos con su esplendor y su ropa y sus joyas y sus encendidos discursos (Eva era actriz, sabía hacerlo). Ella será el más perfecto símbolo de la opulencia y la frescura de un país joven y fuerte, cargado de futuro.

Pueden decirse muchas cosas de él, del que nunca fui partidaria; pero era un político muy hábil, y desde el principio fue un maestro en esto de hacer guiños cómplices a izquierda y derecha, lo que se mostraría en todo su esplendor y terminaría en tragedia en los primeros 70.

Después de tanto derroche de lujo y de leyes sociales y de beneficios para los más pobres y de pujanza, y de escuelas y hospitales y caminos (y de construcción de poder en base a la creación de enemigos, y de corrupción y de autoritarismo y de exaltación de la figura del líder, y lo uno y lo otro todo junto y todo mezclado), vino lo que vino. Pero esa ya es otra historia.

Algunos recuerdos familiares

Si yo fuera un poco menos tímida, o un poco menos insegura, me hubiera podido acercar a Agustí Villaronga, que se mantuvo casi toda la película en el fondo del patio, solo y completamente accesible (creo que también él un poco tímido), y decirle que me había gustado su obra, y que me había emocionado y me había traído muchos recuerdos, incluso familiares. Y que, lamentablemente, no creo que se pase en la televisión española por lo menos este año: es demasiado dura con el franquismo y demasiado benévola con los argentinos, y con Argentina, y eso en el peor momento posible, cuando entrar casi a cualquier foro de periódico en el que intevengan unos y otros dan verdaderas ganas de llorar; y vergüenza, y rabia, y pena.

Mis recuerdos familiares son en realidad un relato de mi madre, que nos contó una y otra vez desde la infancia: mamá trabajaba en la fábrica Alpargatas, que daba trabajo a miles de personas (sobre todo mujeres; casi todas las obreras de Alpargatas eran mujeres de la zona sur de Buenos Aires; tengo montones de amigas cuyas madres trabajaron allí); Eva volvió en barco de su periplo europeo (de paso: tenía entonces 27 años; no puede creerse)y el recibimiento que encontró fue de esos inolvidables, un verdadero baño de multitudes. Pero... resulta que mamá contó siempre que a ella y como a ella a TODOS los trabajadores de Alpargatas los obligaron a ir, les gustara o no. Y da la casualidad de que a ella no le gustaba, no le gustaba nada. Tanto no le gustaba, y tan público y notorio era, y sobre todo funcionaban tan bien los servicios de vigilancia y delación del gobierno y de los sindicatos, que para evitar que se escaparan, ella y una compañera también contraria al gobierno fueron obligadas a llevar una pancarta, que las hacía necesariamente visibles. Mamá y su amiga lograron de todos modos escabullirse entre la gente y buscar refugio en los portales de una tienda y volver a sus casas; pero cada vez que en la tele daban algún documental sobre esa vuelta triunfal de Eva, y aparecía el puerto de Buenos Aires colmado por la multitud, ella repetía la historia, y se preguntaba cuántos de los que allí estaban habrían ido, como ella, bajo amenaza de quedarse sin trabajo.

Entre todas las mujeres

El viernes a la noche vimos por fin Carta a Eva, bajo un cielo negro y estrellado, en el patio del Ayuntamiento de Pollença. El pueblo estaba "en fiestas", lo que quiere decir que no quedaba en su casa ni el más recién nacido de los bebés ni el viejo más decrépito: todo el mundo en la calle. Elegían a los jefes (y la tropa) de quienes serán moros y cristianos, y aquello era un hervidero de gente de todas las edades, todas las lenguas y todos los colores (negros, pocos, cada vez menos).

Como es una miniserie producida por TVE y pensada para darse por capítulos, la vimos en dos partes de 80 minutos cada una, con la presencia del director, Agustí Villaronga, y del realizador de la banda musical. Nos gustó, pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora.

Ocurre que la serie relata, como ya les conté, el viaje de Eva Duarte a la España empobrecida de la postguerra, y con todas las dificultades de toda índole que eso implica, lo hace bastante bien. Se nota que hay detrás muy buena documentación, y de hecho en muchas escenas hay una sobreposición de escenas de ficción y de documentales de la época, que son escalofriantes, y que nos dejaron muchas veces casi al borde de las lágrimas. El vestuario y la ambientación, tanto de Buenos Aires como de Madrid son impecables, y la única crítica que haría es la elección de los actores: algunos porque directamente no dan el "phisique du rol"; Franco, que es demasiado gordo, casi una bola; aunque creo que hay una intencionalidad de caricaturizarlo hasta físicamente: se queda dormido en los sillones y ronca con las patitas que no le llegan al suelo. O Perón, que andaría entonces por los 50 años y parece bastante mayor, y además mostrado como un tipo muy liberal, muy descontracturado, muy moderno, que juega a tirarse por las barandas de las escaleras del palacete en el que vive con su mujer-amante, cuando en realidad era un oficial del Ejército, conservador, adusto, frugal y con una formación de una rigidez que ahora nos resultaría inconcebible hasta en el más duro de los ejércitos.

Por otro lado la actuación de algunos, sobre todo la parte argentina, es lamentable. Para poner sólo un ejemplo (extremo) el que hace de Embajador argentino (no sé quién es) es horrible, de vergüenza ajena. Estoy segura de que en Argentina hay actores excelentes de sobra, una pena. Es lo único que empaña, para mí, la serie.

Pero las protagonistas son mujeres: Julieta Cardinali, que hace de Eva, a veces un poco estereotipada y un poco "recitada", podría estar mejor, aunque no debe ser fácil hacer un papel ya tan mentado; Ana Torrent, que es Carmen Polo (y para mí la mejor actuación de toda la serie); Nora Navas, que es Juana Doña, la mujer condenada a muerte por poner un explosivo en la puerta de la Embajada Argentina, por la que Eva intercederá para que le sea otorgado un indulto; Carmen Maura, que es la madre de la condenada a muerte, y quien busca y rebusca a Eva para entregarle la carta en la que le cuenta su historia; y Malena Alterio, que es Lillian Lagomarsino de Guardo, la amiga de Eva, que la acompaña en el viaje y es la encargada de ayudarla en todo, desde la elección del vestuario hasta las normas del protocolo. Como curiosidad: esta mujer sigue viva y es la fundadora de una de las mejores pastelerías de Buenos Aires: Mamía.

20 julio 2012

Otra versión

Como ahí abajo les dejé una versión breve de youtube de la visita de Eva a España, aquí les dejo otra. Ni la una ni la otra son toda la verdad, por supuesto. Toda la verdad es imposible de reproducir por mucha filmación y mucha grabación que haya; siempre hay un recorte, una mirada, unas ideas de un sujeto que muestra lo que quiere y como quiere.

En esta versión, por ejemplo, alguien dice que Eva era una cantante de cabaret. Y eso no es verdad. Era una actriz de segunda categoría, muy joven todavía, que probablemente hubiera tenido una carrera por delante, o no. Otro dice que Eva pensó cobrarse la ayuda a España, y que viajó para ser tratada a cuerpo de rey. Yo, sinceramente, no creo que tuviera que hacer semejante viaje (que en aquellos años debía de ser bien penoso) y llegar a un país que estaba entonces todavía casi en ruinas después de una guerra terrible, para ser tratada como ya la trataban en su casa.

Algunos datos curiosos: cuando Eva viajó a España tenía 27 años. Y hay una testigo, una mujer muy cercana, que viajaba con ella, que contó que cuando lo vio a Franco casi no podía creer lo que veía: "¿Y ese enano es Franco? ¿Tanto cartel para tan poca figura? Al final es igualito a Cazurla, el pollero de Junín!". :-)))

Pasan cosas




En esta islita en el verano pasan cosas, muchas cosas. Entre otras muchas, está el Festival de Pollença, al que este año le sacaré bastante jugo. Tienen un programa que me encanta y un solo defecto: poca publicidad. Me enteré de casualidad leyendo un diario que nunca leo. Ni un cartel, ni un anuncio, ná de ná. La información circula "a la mallorquina", que viene siendo casi en secreto, entre murmullos, en voz muy bajita. Hay que tener las orejas muy atentas, estar siempre alerta, el hallazgo puede ocurrir en cualquier momento, cuando menos te lo esperes.

Esta noche veremos el estreno de una serie para la tele que hizo el director de Pa negre, el mallorquín Agustí Villaronga, y que es la mejor película española que vi desde que vivo aquí, que nos dejó al Bibi y a mí mudos durante media hora a la salida del cine, demoledora. Por lo que sé esta miniserie relata el viaje de Eva Duarte a España ("...sepan, queridos españoles, que mientras en nuestros trigales haya una espiga, la compartiremos con vosotros...", carajo, hasta a mí me emociona oírla) La foto que tienen ahí arriba es la invitación gratuita que pedí por teléfono al Festival de Pollença, y de manera rápida, amable y eficiente me enviaron al día siguiente a la sucursal del Banco Colonya Caixa Pollença que tengo más cercana.

Allí estarmos esta noche, con Cecilia y Germán, una queridísima pareja de santafecinos que viven aquí desde hace ya años. El programa para una noche de verano no puede ser mejor. Ya les contaré.

09 julio 2012

9 de julio. Hoy es el día



En esta casa, en la bella y minúscula provincia de Tucumán (la otra Argentina, la Argentina profunda, como la llama Mallea en su Historia de una pasión argentina) la Argentina declaró por fin la Independencia, hace hoy 196 años. Por delante quedaban todavía larguísimos años de lucha, de victorias y fracasos, de lealtades y traiciones. Pero al menos ya teníamos un país, un lugar en el mundo, un rincón al que llamar patria, que sería con los años refugio de muchos desamparados y malheridos de medio planeta. En el fondo mi destino, mi vida, empezaba a fraguarse. Sin que siquiera el más delirante novelista pudiera imaginarlo, en esta isla en la que ahora vivo, que parece del Paraíso, tan lejana, tan distinta de la voluptuosa y agreste selva tucumana, también había entonces quien encontraría refugio y vida nueva en aquel sueño que empezaba el 9 de julio de 1816. La historia estaba todavía por venir y entonces todo parecía posible.

No sé muy bien si dejarles aquí la gloriosa lunita tucumana o una versión preciosa y distinta de nuestro grito sagrado. Al final, por que no falte, les dejo las dos.

08 julio 2012

Bahía Blanca y los mensajes en la botella lanzada al mar


En la foto, que debió ser tomada en diciembre del 56, está mi familia bahiense. Mamá y papá tan jóvenes (papá con un gesto que le conozco tan bien: está incómodo, algo hay que no le gusta). Hay dos detalles por los que me gusta esta foto: es la única que encontré en la que aparezco en brazos de mamá (empezando por la izquierda soy la primera bebé en brazos de su madre, que está de pie), y está allí abuela Ida tal como la recuerdo: con un pañuelo negro cubriéndole la cabeza.

Hace ya mucho tiempo dejé un mensaje en un blog que si ahora mismo quisiera volver a ver no encontraría. No tengo ni la menor idea de cómo llegué hasta allí. Creo recordar, aunque no estoy segura, que era algo sobre los orígenes ferroviarios de Ingeniero White, o quizás de Maldonado. En todo caso sí me acuerdo perfectamente de que entonces pensé que era probable que en aquel lugar hubiera tenido su pensión abuela Ida, que era en realidad mi bisabuela, la abuela tan querida de mi padre.

Y supongo, pero sólo supongo, que se mencionaba allí la Farmacia Carabelli, que fue el lugar donde mis abuelos se conocieron (casi un milagro: mi abuela era la hija mayor de una belga que vivió una vida larguísima y yo llegué a conocer, Ida Thomas, y de un francés, Louis Pujó, que murió muy joven, tan joven que el único recuerdo que mi abuela conservaba de su padre era el entierro: hasta el final de su vida recordaba que ella se secaba las lágrimas con el dobladillo de su vestido de niña. Y mi abuelo era un aragonés que acababa de llegar a la Argentina, donde no tenía en principio ningún interés en afincarse; sus planes eran esperar que pasara la "guerra del África" y volver a su tierra, en la que habían quedado sus padres solos (su única hermana, Elisa, había muerto casi niña, durante la epidemia de gripe española) y hasta, por lo que siempre se dijo en voz baja en la familia, una novia, Carmen, que sabrá Dios hasta cuándo lo esperó, como Penélope (la Penélope de Serrat, no la de Homero), y donde mi abuelo trabajó hasta su jubilación.

Pocos recuerdos propios tengo de Bahía Blanca, de donde mis abuelos se fueron a vivir a Buenos Aires cuando yo era todavía chica. Recuerdo vagamente la casa bahiense, el jardín frondoso de esa casa, donde había un estanque, árboles frutales, un gallinero en el que había también conejos, dos teros que corrían entra las plantas y que me daban un poco de miedo. Pero en casa escuché hablar de Bahía siempre; los tíos y muchos de los primos de papá siguieron viviendo siempre allí, algunos amigos de infancia con los que siguió viéndose hasta el final y sobre todo recuerdos, mil recuerdos de esa ciudad en la que había nacido y vivido hasta lo 19 ó 20 años, y que nunca olvidó. Había en esos recuerdos de papá siempre un fondo de amargura; la relación con su padre no había sido fácil, y sobre todo la partida, siempre dicha y no dicha, siempre contada a medias, siempre con la sospecha de que había mucho más que lo que nos contaban, debió de ser particularmente áspera.

Abrir un día este blog y encontrar que una persona a la que no conozco, que leyó un mensaje que yo dejé ya ni me acuerdo cuándo en un lugar que no recuerdo ni cuál es, me deja con la boca abierta. Hasta es probable que yo pueda saber muchas más cosas de esa farmacia en la que mi abuelo pasó media vida de esta forma, y eso 40 años después de la muerte mi abuelo. Esto de internet es lo más parecido a aquel mítico mensaje en la botella que uno pudiera imaginarse. Increíble.

Y a propósito de este mensaje, que me emociona tanto, busco y encuentro esta foto, algunos de los libros de Mallea que leí hace ya tantos años (y encuentro Todo verdor perecerá, La bahía del silencio, Historia de una pasión argentina, La ciudad junto al río inmóvil). Quizás sea hora de volver a Bahía Blanca y a Mallea. Así que en honor a mi padre, a la farmacia Carabelli, a Liliana Herrero que me trajo todos estos recuerdos y a Mallea, un tangazo de esos para sacarle viruta al piso: Bahía Blanca

03 julio 2012

El sagrado matrimonio



Así éramos el Bibi y yo hace ya ni sé cuántos años, cuando todavía ni éramos novios ni podíamos remotamente imaginarnos los hijos que nos esperaban en el porvenir.

Sin embargo más de 30 años después vengo a descubrir que es probable que toda esta vida juntos no fuera más que una farsa que escondía oscuros intereses: el Bibi, con esa cara de chico inocentón, esas cadenitas y esos pelos, ya elucubraba que un día yo sería española y él podría aprovecharse vilmente de toooooodas las ventajas que esto conllevaba. Ay de mí! Haberlo sabido antes! Treinta y un años de paciencia y de yugar, que dice el tango, le llevó al hombre sacar ventajas de mi españolidad; y yo, ilusa que es una, toda una vida confiando en su inocencia.

Resulta que aconsejada por quien me entregó mi flamante partida de nacimiento, fui al Registro Civil con la intención de registrar mi matrimonio, mi sagrado matrimonio, en el Reino de España (del que ahora soy súbdita, y vaya que soy súbdita; ya me voy dando cuenta). Me dieron allí una hojita informativa en la que aparecen todos los documentos que tengo que recopilar: partidas de nacimiento por tripilicado, de los cónyuges y de los hijos, todas apostilladas, por supuesto; certificado de matrimonio, por duplicado, apostillado; documentos de identidad (DNI y Pasaporte y NIE) por triplicado; certificado de empadronamiento familiar (por duplicado); formulario preimpreso debidamente completado y firmado por ambos cónyuges. Y una nota al pie: no hace falta que se presenten ambos, con uno de los dos es suficiente.

Muy bien. Recopilo (y recopilo y recopilo, y legalizo y apostillo y pago tasas, y llevo y traigo de acá para allá y de allá para acá, y pido turno por internet en el Registro Civil de Buenos Aires 20 días antes de irnos en marzo, porque sólo atienden con cita previa; y uso una mañana de esos pocos días porteños para ir a ese Registro Civil en la loma del cachilo a buscar una partida de nacimiento nueva del Bibi, porque la que tenemos es vieja y ya no sirve; y uso otra mañana para ir al Ministerio del Interior a legalizarla, y para ir al Ministerio de Relaciones Exteriores a apostillarla, y en todas partes pago y pago y pago; y uso otra mañana para ir a la casa de Formosa en Buenos Aires a solicitar una copia de la partida de nacimiento de Joaco, porque ya no nos queda ninguna; y le pido a Néstor que me la retire y la legalice y la apostille; y una amiga me la trae cuando viaja, un mes después, porque no me animo ya a mandar nada por correo ni público ni privado (ya me perdieron varios documentos de esos que me hacen perder tanto tiempo y dinero), pero por fin lo consigo y tengo todo, y armo una nueva carpeta con originales y copias mil, todo ordenado y perfectamente recopilado). Muy bien.

Con esa carpeta y mi santa paciencia me apersono en el Registro Civil de Palma, a inscribir por fin mi matrimonio. ¿Que por qué y para qué quiero inscribir mi matrimonio? Para no tener que pedir un certificado a Buenos Aires cada vez que me lo piden por algo (que la Seguridad Social, que la Tarjeta Sanitaria; que la declaración de la Renta, etc, etc. Y para nada más: el Bibi y los chicos tienen permiso de residencia en España hasta el 2022, y el trámite de ciudadanía empezado hace más de dos años. Ninguno necesita ahora mi flamante ciudadanía española, que nos hubiera sido a todos tan útil hace siete años)Y entonces me atiende una empleada que atentamente me revisa los papeles (siempre falta algo, por supuesto, en este caso además de mi nueva partida de nacimiento española necesito la argentina; pero por suerte me queda todavía una copia, apostillada) y me dice muy sonriente que me dará cita para el 19 de julio.

Le pregunto para qué me dará cita; me dice que debemos presentarnos los dos, el Bibi y yo, para que ella misma nos formule un interrogatorio "breve" (no más de una hora, me dice). Empiezo a sorprenderme. Le señalo que en el papelito que me dieron dice que no hace falta que se presenten ambos cónyuges, que mi marido trabaja todos los días y le será difícil encontrar una mañana libre; me responde que el papelito sólo indica cómo comienza el trámite, pero que ella tiene que hacernos ese interrogatorio; le pregunto de qué clase de interrogatorio se trata (no salgo de mi asombro). Me dice que se trata de un interrogatorio sobre nuestra "situación amorosa" (sic). Me imagino una cosa así No puedo creerlo. Le pregunto si me puede explicar por qué, para qué necesita interrogar sobre ese asunto a un matrimonio que lleva, como ve en los papeles, más de 30 años casado. Me dice que aquello (mi matrimonio, mi sagrado y ya añejo matrimonio) bien podría ser un "matrimonio por conveniencia". Se me salen los ojos de las órbitas. Resulta que el Bibi y yo somos sospechosos; es posible que nos hayamos pasado más de media vida queriendo engañar al noble estado español, y ahora nos van a descubrir.
Le pregunto a esta funcionaria del Registro Civil si cuando se presenta una joven de 25 años y un señor de 82, ambos españoles, con intenciones de casarse, alguien les hace esa clase de interrogatorio, si a nadie se le ocurre pensar si ese no será un matrimonio por conveniencia. Me dice que no, que por supuesto que no, y se sonríe, y exclama "ah, qué pícara que es usted!". Ay mi madre, qué de cosas le diría yo a esta señora. Pero sólo le digo que me parece que será mejor que dejemos el trámite allí, que no creo que valga la pena tanta complicación (quiero decirle humillación, quiero decirle disparate, quiero decirle boludeo soberano; pero sólo me sale complicación; se ve que tengo la buena educación muy encarnada). Y entonces se alarma: no, señora, no haga eso. Usted debe registrar su matrimonio aquí; piense que para España usted no está casada, usted es soltera (qué bien, pienso, mirá qué bien), pero me pregunto para qué entonces para todo y más me hacen pedir un certificado de matrimonio a Buenos Aires, y siempre nuevo; no puedo ni siquiera pedir de a dos o tres porque tienen una validez de tres meses desde que se emiten; cada vez uno nuevo y vuelta a empezar, y ahora resulta que yo para España soy soltera. Las administraciones públicas no dejan de asombrarme. Me dejan con la boca abierta, completamente azorada.

El último día de este mes el Bibi y yo cumpliremos 31 años de casados. Pero antes, el próximo 19 de julio, nos presentaremos ante el registro Civil español a que nos interroguen sobre nuestra situación amorosa. Ambos somos sospechosos, muy sospechosos. Con lo inocentes que parecíamos a los veinte años. Las vueltas que da la vida.