Ay patria mía
No me entero de lo que pasa en Argentina por los diarios españoles, donde suele aparecer muy poco, casi nada. Escucho alguna radio por internet, leo La Nación o a veces las pocas notas que publica en la red la revista Noticias. Y la verdad es que no debería, porque me agarro unos venenos increíbles. Pero hoy fue peor: El País empieza su nota diciendo "La Argentina retrocedió treinta años"; El Mundo "Fantasmas del pasado...", y así todos. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Ay patria mía; más que nunca, ay patria mía.
Habemus dulce de lechem
Demos gracias a Dios. A algún empresario iluminado de la multinacional Nestlé (léase "neslé" para decirlo en castizo, aunque suene raro) se le debe haber ocurrido darse una vuelta por las lejanas pampas, y vino a descubrir el hombre que no había allí sólo ombúes y piqueteros, sino dulce, untuoso, tentador, aterciopelado, irresistible, empalagoso dulce de leche. Y se ve que ya vuelto a la civilización del norte entró a su oficina, y frasco traído de contrabando en lo más recóndito de la valija en mano, llamó a sus secretarios y dio la orden: quiero que fabriquemos esto. Y se hizo la luz. Nestlé produce para su marca La Lechera un dulce de leche riquísimo, que no tiene nada que envidiarle al mejor de nuestros criollos y pamperos dulces. Y voy yo y me lo encuentro en la góndola del supermercado, y vuelta a casa lo pruebo y me dan ganas de bendecir al alto cargo de Nestlé que dio la orden y a toda su prosapia, y tendida en el suelo de la cocina alabar y agradecer a Alá apuntando con la testa hacia la Meca. Así que ya saben: si creían que entre las penurias de la emigración podría figurar la nostagia dolorosa del paladar sintiendo esa dulzura, olvídenlo. Habemus dulce de lechem, y del bueno, del que da escalofríos al posarse en la punta de la lengua; podría competir de igual a igual con cualquiera de los mejores de los nuestros (para mí, por favor, el de La Serenísima). Todavía no es fácil de encontrar; por ahora hay que hacerse una escapada hasta alguno de los supermercados grandes como Carrefour o Al Campo (que es el francés Au Champ, pero en cristiano), pero ya está aquí, entre nosotros. Demos gracias a Dios.