En el diario no hablaban de ti
Entre otras cosas estar en Buenos Aires me permitió conocer por fin a Tomeu y a Eva, esos amigos mallorquines del otro lado del espejo. Casi para la misma época en que nosotros nos íbamos de acá, ellos se iban de allá. Con dificultades, con pasos cuidadosos de quien camina en terreno ajeno, ellos han ido haciéndose una vida en Buenos Aires, como nosotros vamos haciéndonos una en Palma. Las preocupaciones, aunque parezca rarísimo, son las mismas de un lado y otro del interminable Atlántico: las saudades y la adaptación de los hijos; el dolor, el asombro y a veces hasta el reproche de los padres por la huida; la casa, el lugar donde vivir en la nueva ciudad que uno ha elegido; hasta los precios de los pasajes "para volver a casa" en según qué fechas; en fin: las cosas que hemos tenido que ir enfrentando para amoldarnos en nuestras nuevas vidas. Ellos han encontrado una ciudad enorme, cosmopolita, ruidosa y caótica, acostumbrada desde la fundación a recibir e integrar, casi a fagocitar, a todo quien. En Buenos Aires a nadie se le ocurre preguntarte de dónde sos ni dónde naciste; si vivís acá, sos un porteño; si compartís la humedad, el desvencije de los colectivos, el apretuje de los subtes, el ritmo y el pulso apurados de la ciudad, sos un porteño. Después de todo debemos haber muy pocos nacidos aquí, y eso es un detalle que no le importa nada a nadie.
Nosotros en su isla hemos encontrado casi el aire del paraíso, paisajes de foto de publicidad turística; un ritmo demorado en el que nadie parece tener ningún apuro, como si se tratara de una Santiago del Estero marina y riquísima, pero como contrapartida somos y seremos extranjeros, inmigrantes, menos todavía que forasters, toda la vida. Mallorca nos dejará vivir, pero muchas veces pienso que no nos integrará nunca.
Y el domingo en su columna del diario Tomeu habló de eso. Así que ya no podré cantar aquello de "en los diarios no hablaban de ti".
En Buenos Aires sigue lloviendo sin parar. Desde que llegué, que mañana serán ya dos semanas, todavía no he visto salir el sol. A los porteños nos faltan muchas cosas. Agua, no.
Nosotros en su isla hemos encontrado casi el aire del paraíso, paisajes de foto de publicidad turística; un ritmo demorado en el que nadie parece tener ningún apuro, como si se tratara de una Santiago del Estero marina y riquísima, pero como contrapartida somos y seremos extranjeros, inmigrantes, menos todavía que forasters, toda la vida. Mallorca nos dejará vivir, pero muchas veces pienso que no nos integrará nunca.
Y el domingo en su columna del diario Tomeu habló de eso. Así que ya no podré cantar aquello de "en los diarios no hablaban de ti".
En Buenos Aires sigue lloviendo sin parar. Desde que llegué, que mañana serán ya dos semanas, todavía no he visto salir el sol. A los porteños nos faltan muchas cosas. Agua, no.